Los tapices son muy solicitados en la Edad Media por reyes, nobles y burgueses. Es un lujo caro que da distinción a las estancias y ayudan a conservar el calor de las chimeneas.
Los talleres de tapices más valorados son los de Flandes. Estos talleres son toda una industria en la que se vuelca toda la familia y empleados.
Hay que saber elegir bien la lana y las plantas de los que se sacarán los colores para la elaboración de los tapices.
En este taller se trabaja sin descanso. Un noble francés ha encargado una serie de tapices para su castillo. Los dueños del taller han recibido los cartones del diseño que han de seguir para elaborarlos.
Estas mujeres seleccionan flores de las que extraerán los colores precisos para los hilos con los que tejerán los tapices. A su derecha, otra mujer remueve en una tina agua con hojas de glasto para macerarlas:
Con el glasto se obtiene el preciado azul. El dueño del taller y su esposa comprueban en una tela de muestra que es el color que buscan para los tapices:
Las tejedoras se ponen manos a la obra: