martes, 12 de mayo de 2020

El despacho de Treville

     Tras esperar un rato, D'Artagnan es anunciado al señor de Treville y entra en su despacho:
-Disculpad por haberos hecho esperar, D'Artagnan. Son muchos los asuntos que me requieren como capitán de los mosqueteros del rey. Pero siempre es un honor recibir a un paisano y más siendo como sois el hijo de mi viejo amigo.
-El honor es mío, señor.


-Bien, decidme, ¿qué es lo que deseáis?


-Señor, salí de Tarbes con la intención de convertirme en mosquetero...
-Habéis de saber, D'Artagnan, que no se llega a mosquetero tan rápido. No sin antes demostrar el valor en campañas o en misiones difíciles. Traeréis una carta de recomendación de vuestro padre, imagino...
-La traía, señor, pero... me la robaron en Meung.


 Treville se levanta asombrado de su asiento:
-¿Cómo decís?
-En una taberna de Meung, un infame caballero propició insultos contra mi caballo. Intenté hacerle pagar su afrenta, pero sus amigos se abalanzaron sobre mí por la espalda y me dejaron sin sentido.



-Es extraño que ese caballero no se batiera...-dice Treville pensativo.
-Entendí que se lo impedía algún tipo de servicio especial.
-¿Un servicio especial en Meung?
-Cuando recobré el conocimiento descubrí que ese villano y sus compinches me habían robado la carta que traía para vos.



-Extraño suceso... ¿Por ventura me nombrasteis en aquel lance?
-Sí, señor. Un nombre como el vuestro debía servirme de escudo en el camino.
-Es razonable... Decidme, ¿no tendría por casualidad ese caballero una cicatriz en la cara?
-¡Exacto, señor!
-¿Esperaba a una dama?
-Habló con una dama de gran belleza en una carroza. Le entregó un cofre y le pidió que no lo abriese hasta llegar a Londres. La llamó "Milady".
-¡Milady!
  Treville mira pensativo por la ventana y de nuevo se dirige a D'Artagnan:
-Es él ¡no hay duda!
-Señor, si conocéis a ese bellaco, decidme dónde puedo encontrarlo para cobrar mi venganza.
-Lo mejor es que no lo busquéis... 



Treville se sienta de nuevo.
-Por ahora debéis iniciar vuestra preparación para acceder al cuerpo de mosqueteros. Por el recuerdo de vuestro padre seréis aceptado como cadete sin retribución alguna. Aprenderéis esgrima y equitación. Voy a firmaros una orden para que entreguéis al encargado...
D'Artagnan, mientras tanto, mira distraído por la ventana cuando de pronto:
-¡Él! ¡Es él!


Treville suelta el docuemento, asombrado:
-¿Pero qué decís?
-¡Él, señor! ¡El hombre de Meung! ¡Esta vez no se me escapa! Disculpadme, pero debo ir tras él.




D'Artagnan hace una reverencia y sale corriendo del despacho de Treville:


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