Ayer se celebró el día de las fuerzas armadas en nuestra ciudad. Sí, después de años de austeridad desfilando por la capital, la crisis va despejándose para permitir de nuevo que el ejército español vuelva a desfilar por ciudades de nuestra geografía, y esta vez le ha tocado el turno a Guadalajara.
Mi ciudad, de gran tradición militar, recibió este honor y se engalanó para la ocasión. Fue otro verdadero honor el haber estado presente en las operaciones de montaje y medida de la zona, el residencial barrio de La Chopera, ya desde mediados de abril, así como los ensayos de las fuerzas aéreas.
Guadalajara se engalanó para este evento y la ciudad amaneció rojigualda, con el lema "Nuestra misión, tu libertad".
El momento más esperado fue la llegada de sus majestades los reyes Don Felipe VI y Doña Letizia. Me extrañó la ausencia de las infantas, pero está visto que la reina no quiere que participen en todo (u otra explicación habrá).
El pabellón carmesí de su majestad era portado por un coracero de la guardia. Por un momento, me pareció estar en El cetro de Ottokar de Tintín. El rey llegó con el uniforme de tierra y la banda de la orden de San Hermenegildo, el príncipe visigodo rebelde. La multitud agolpada en gradas, vallas y jardines de los chalets (que habían sido inspeccionados a conciencia días antes) estalló en vivas al monarca y a la nación.
En primer lugar, su majestad pasó revista a la guardia real, mi cuerpo preferido por su historia y uniformes. Esto y las salvas que dispararon daban la impresión de meterse de lleno en el siglo XIX, en plena época alfonsina (de Alfonso XII, el tatarabuelo del actual rey). Tengo pendiente ir alguna vez a ver el cambio de guardia del palacio real...
Emocionante fue ver desde la lejanía la exhibición de los paracaidistas, que parecían dominar los campos de olivos y barrancos que se encuentran junto al río Henares. Uno de ellos destacaba de entre los demás con la enorme bandera atada a sus pies y ondeando en el cielo alcarreño. El paracaidista aterrizó ante el palco real con total precisión ante el aplauso general. La bandera fue cuidadosamente doblada y luego desdoblada para ser izada en el mástil.
Y así dio comienzo el emotivo homenaje a los militares caídos en combate. Como en otras ocasiones, se entonó la canción La muerte no es el final, mientras las cámaras enfocaban a los dos ministros presentes, que hicieron gala de que sí, sí se la saben.
A continuación, el desfile de todos los cuerpos del ejército, empezando por la guardia real. Las cámaras buscaron todo rostro femenino uniformado que encontraron. Marketing es marketing. O el equivalente al ¡Alistáos! o We need you for the Spanish Army!.
Legionarios y regulares no se hicieron esperar. Pero esta vez, los legionarios llevaban un perro en lugar de la famosa cabra. Pasaron también los tanques, los cuerpos motorizados, representantes de los tres ejércitos. El rey respondía a todos al saludo, mientras la reina descansaba en su sillón. Don Felipe cumplía en ese mismo día sus 40 años como militar, desde que su padre el rey Don Juan Carlos I le nombró soldado de honor con tan solo nueve años de edad.
El desfile se desarrolló con toda normalidad. Guadalajara se volcó con el acto, que se prolongó a la tarde con exhibiciones y visitas a piezas del ejército. Muy chulo fue el avión que se exhibía en el Parque de la Concordia. Pero me quedo con los aviones que sobrevolaron en el desfile.
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