Hace once años pude ver esta película de culto dirigida por Ingmar Bergman en el que fue realmente un diciembre medieval. En aquel puente de la Constitución viajé por parajes medievales: Ejea de los Caballeros, Uncastillo, Sos del Rey Católico, el castillo de Loarre, Jaca, San Juan de la Peña, Santa Cruz de la Serós, Eunate... Además, por aquel entonces ensayábamos en el colegio una obra navideña medieval: el Auto de Navidad. Así que El séptimo sello fue el remate ideal.
Aunque la filmografía de este director sueco suele ser bastante aburrida y reservada a las élites snobs de turno (exceptuando la genial Fanny y Alexander), El séptimo sello (1957) es una gran narración con una magnífica puesta en escena. El estar filmada en blanco y negro resalta el carácter tenebroso de su argumento y situación.
El caballero Antonius Block (Max von Sydow) regresa a Suecia tras las Cruzadas en compañía de su escudero. A su llegada se encuentran con un panorama desolador marcado por la peste negra y los disciplinantes fanáticos. Un sombrío personaje que resulta ser la Muerte se le aparece a Antonius y le propone una partida de ajedrez. El premio será su vida. La partida va interrumpiéndose a medida que el caballero y el escudero viajan por aquellas tierras. En su trasiego por el desolado país conocen a distintos personajes: unos cómicos, un teólogo y algunos aldeanos. La Muerte, siempre alerta, los seguirá hasta el incierto final...
Toda la película está marcada por las inquietudes existencialistas habituales de Bergman acerca de Dios. Todo son símbolos, pero no solo medievales: cada personaje representa una forma de fe. Así, el caballero es la duda, el escudero el ateísmo y los cómicos la fe sencilla.
Aunque se sitúa en Suecia, El séptimo sello se podría situar en cualquier parte de Europa en aquella crisis de la Baja Edad Media. Las plagas, el milenarismo, el fanatismo, todo forma parte de esa época, de la que las danzas de la muerte son el principal emblema.
El séptimo sello es un clásico del cine y especialmente del dedicado a la Edad Media, a su período más sombrío, pero emocionante al mismo tiempo.
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