Acabo de terminar el ensayo de Jacques Huynen titulado El enigma de las
vírgenes negras. Hacía tiempo que me intrigaba este fenómeno que tuvo lugar durante la Plena Edad Media, sobre todo en Francia. Es sin duda uno de los grandes misterios del
Occidente medieval.
Hay vírgenes negras en Montserrat, La Peña de
Francia, Guadalupe, Le Puy en Velay, Rocamadour, Marsat, Chartres, Mauriac, Dijon etc. Estas tallas que representan a la Virgen María con el Niño aparecen, efectivamente, con el
rostro negro. La explicación popular es que estas imágenes no eran
originariamente negras y que con el paso del tiempo y el humo de los cirios,
han acabado tiznando su cara. Esta explicación solo es válida para aquellas tallas posteriores al siglo XIII, pero las auténticas vírgenes negras fueron cubiertas de negro intencionadamente.
Existe también la creencia, difundida por la propia Iglesia, de que
estas vírgenes fueron elaboradas por San Lucas y que les dio un "toque negro"... Estudiar el fenómeno paso a paso resulta emocionante.
Huynen conecta estas representaciones de la Virgen con las
de diosas de la fertilidad de la antigüedad, especialmente Isis. De este modo, el color negro
indicaría la coloración de la tierra fértil, la que está preparada para ser
cultivada, si tenemos en cuenta la relación entre agricultura y feminidad en
los cultos antiguos. Al mismo tiempo, el color negro estaría en conexión con un
punto de vista esotérico. Revelaría por un lado el carácter lunar de esos
cultos: primigenio, relacionado con el ciclo menstrual, que a su vez se
relaciona con los ciclos de la luna. Al mismo tiempo, en la alquimia el negro
simboliza lo oculto; es la primera etapa en el proceso transformador. Es, al
mismo tiempo, la búsqueda del conocimiento y la reflexión, ya que apunta hacia
el interior de uno mismo. No hay que olvidar que muchos de los cultos a estas
vírgenes negras tenían lugar en cuevas o criptas, lo cual estaría indicando la
conexión con lugares de poder.
Al mismo tiempo, las vírgenes negras son herederas de las deidades y cultos celtas, atesorados, igual que los conocimientos provenientes de Oriente, por las órdenes de Cluny, Císter y los templarios.
Las vírgenes negras, como otras tendencias y movimientos medievales, tuvieron al Camino de Santiago como vehículo difusor. Fueron receptores tanto de la devoción popular como de los iniciados de las órdenes religiosas, cofradías de constructores y artesanos, trovadores, etc. En ellas se funde la herencia precristiana con la sabiduría oriental y el misticismo medieval.
Su culto superó con creces al de otras advocaciones marianas y al de los santos. Así lo demuestran, por ejemplo, las peregrinaciones a Mont-Saint Michel, Le Puy-en Velay, Chartres y Rocamadour: los cuatro lugares sagrados de la Francia medieval; los cuatro tuvieron culto a las vírgenes negras (la de Mont Saint-Michel desapareció, por desgracia).
A pesar de siglos de intercambios, robos, saqueos y pérdidas, las vírgenes negras siguen atrapando nuestra atención
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