martes, 9 de abril de 2019

Los huérfanos del anime

   Revisando las series de anime de mi infancia llego a un amplio grupo al que no pertenecían las historias de monstruitos en mundos imaginarios tipo Bola de Dragón o Pokemon. Me refiero al grupo de Heidi, Marco, Ana de las Tejas Verdes o El perro de Flandes, entre otras. No vi todas estas series entonces; algunas las he visto muchos años después (y me sorprende que muchas no han envejecido nada en cuanto a sus valores) y otras ni las he visto, pero he leído el argumento.







  ¿Qué une a todas estas series? Tres cosas: que todas ellas se sitúan en escenarios fuera de Japón, todas ellas se sitúan en el siglo XIX (o principios del XX en algunos casos) y que todos sus protagonistas son huérfanos de padre y madre (Heidi, Ana de las Tejas Verdes, El perro de Flandes, Tom Sawyer, Belle y SebastiánSin familia, Pollyana, El jardín secreto, Papá Piernas Largas) o solo de madre (Rascal el mapache, Las montañas de Ana, El bosque de Tallac, Banner y Flappy) o solo de padre (Katoli) o temporalmente alejados de sus padres (Marco, Mujercitas, Los chicos de Jo, Nils Holgersson, Los cielos azules de Romeo). 






   ¿Por qué esta elección por parte de los dibujantes y productores japoneses? ¿Por qué tantos niños huérfanos? ¿Por qué abundaron tanto en el siglo XIX? Sí, bueno, se puede hablar de revolución industrial, condiciones de vida, higiene, trabajo infantil (tanto en Heidi como en El perro de Flandes sus protagonistas ayudan a sus abuelos con las tareas, sin olvidarnos de Pedro, claro), etc. Todas estas historias de aquel siglo tan revuelto, pero al mismo tiempo tan emocionante, son adaptaciones de novelas de autores europeos y americanos. 
    Pero no voy a preguntar por la orfandad en el siglo XIX (aunque más reducida, todavía la hay en la actualidad, y no solo en países pobres, de eso sabe bien el cáncer, la amenaza de nuestro "feliz" y "avanzado" siglo XXI...), sino por las preferencias de esos dibujantes y productores.







   Aunque sea algo cruel (Marco fue un drama mediático), lo lacrimógeno vende y dentro de lo lacrimógeno no hay nada que supere a niños que han perdido a sus padres. Sobre todo aquellos que los pierden durante la serie (Rascal el mapache, Las montañas de Ana) ¿Los huérfanos son, por lo tanto, la condición de la productora para que estas series llegasen al mundo occidental?
   Todas estas series nos enseñaron y nos enseñan valores, ya sea la amistad, la solidaridad, la bondad; hay historias de superación personal (Heidi, Marco, Ana de las Tejas Verdes), de redención (Nils Holgersson, Los chicos de Jo, Las montañas de Ana...), de decisiones cruciales (El perro de Flandes, Nils Holgersson...). 
   Porque si se observan con detenimiento, estas series no tienen nada de idealismos pasteloides. Todo lo contrario. Porque ¿está idealizado que Heidi sea vendida literalmente por su tía a la familia Sesseman (¿a qué nadie se acuerda de esto?), que salga la vida dura de los emigrantes italianos en Argentina y el dilema moral del padre de Marco (médico de una clínica para pobres ¿dónde está la idealización?) en una transfusión de sangre (sí, en aquella época era todo un dilema), que se nos muestre el maltrato infantil y animal en El perro de Flandes y la dura realidad de los niños de la calle en Los chicos de Jo? No, yo creo que no.
     








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