"Abrí el escritorio y tiré del cajón indicado. Estaba lleno hasta el borde. Tenía que encontrar tres paquetes; sabía cómo reconocerlos y comencé a buscarlos.
Abría desmesuradamente los ojos para descifrar las inscripciones, cuando creí escuchar o, mejor, creí sentir un rumor a mis espaldas. No me sorprendí pues pensé que era una corriente de aire que batía una tela. Pero, un minuto después, un movimiento casi imperceptible me produjo un desagradable escalofrío en la piel. Era tan tonto asustarse que no quise volverme hacia atrás, por pudor conmigo mismo. Ya había encontrado el segundo paquete que necesitaba y encontraba justamente el tercero, cuando un fuerte y penoso suspiro me hizo dar un salto enloquecido a dos metros de allí. Durante este impulso me volví hacia atrás, con la mano en la empuñadura de mi sable. Si no lo hubiera tenido a mi lado, seguramente hubiera huido como un cobarde.
Una mujer alta vestida de blanco me miraba de pie, detrás del sillón donde yo estaba sentado un segundo antes.
Un intenso estremecimiento recorrió mis miembros y estuve a punto de caer de espaldas. ¡Oh! estos terrores espantosos y estúpidos resultan incomprensibles para quienes los experimentaron. El alma naufraga, el corazón deja de sentirse, todo el cuerpo se torna blando como una esponja. Diríase que nuestro interior se derrumba.
No creo en los fantasmas, pero el horrible miedo de los muertos me hizo desfallecer. ¡Oh! he sufrido, en pocos instantes he sufrido más que en todo el resto de mi vida, angustiado por los terrores sobrenaturales.
Si ella no hubiese hablado tal vez me habría muerto. Pero habló. Habló con una voz dulce y dolorosa que estremecía los nervios. No me atrevería a decir que me dominé. No. Estaba perdido al punto de no saber lo que hacía, pero esa especie de altivez que hay en mí, y también algo de orgullo profesional, me permitieron conservar una honorable compostura, casi a pesar mío. Posé para mí y sin duda para ella, fuera quien fuese, mujer o espectro. De todo eso me di cuenta más tarde, pues les aseguro que en el instante de la aparición no pensaba en nada. Tenía miedo.
Dijo ella:
"¡Oh! señor, usted puede hacerme un gran favor".
Quise responder, pero me fue imposible pronunciar una palabra. Un ruido impreciso salió de mi garganta.
Prosiguió:
"¿Lo podrá hacer? Usted puede salvarme, curarme. Sufro horriblemente. Sufro, ¡oh! ¡sufro!"
Dije "¡sí!" con la cabeza, pues aún tenía la voz paralizada.
"Péineme, ¡oh! péineme, eso me curará. Es preciso que me peinen. Míreme la cabeza... ¡Cuánto sufro y cuánto mal me hacen los cabellos!"
Me pareció que sus cabellos sueltos, muy largos y negros caían por el respaldo del sillón y tocaban el suelo.
¿Por qué lo hice? ¿Por qué recibí temblando el peine, y por qué tomé en mis manos esos largos cabellos que producían una atroz sensación de frío en la piel como si tocara serpientes? no lo sé.
Esta sensación ha quedado en mis dedos y me estremece pensar en ello.
La peiné. No sé cómo arreglé esa cabellera de hielo. La retorcí, la até y la desaté; la trencé como se trenzan las crines de un caballo. Ella suspiraba, inclinaba la cabeza, parecía feliz.
De pronto me dijo: "¡Gracias!", me arrancó el peine de las manos y se fue por la puerta que yo había visto entreabierta.
Quedé solo y, durante algunos instantes, sentí esa turbación azorada que se tiene al despertar de una pesadilla."
Guy de Maupassant
Aparición
Muy bueno!!
ResponderEliminarGracias!!
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