Este verano estuve en el festival de las Guerras Cántabras de Los Corrales de Buelna (Cantabria).
Cada agosto, desde 2001, tiene lugar este evento, de interés turístico internacional. Todo el pueblo e invitados se vuelcan en revivir este episodio histórico de Cantabria y de España. Tengo ya la experiencia de Garray, donde se reviven las Guerras Numantinas desde 1999. Y aquí en Los Corrales de Buelna, la implicación es equivalente, aunque con más participantes y más asistencia de turistas.
El festival dura toda una semana, con actos diferentes para cada día y con participación de todos los miembros de la familia. Los corraliegos montan dos campamentos: uno romano y otro cántabro. En el cántabro, donde se distribuyen según las tribus (avariginos, blendios, vadinienses...), se pueden visitar las características cabañas de paja y ramas por dentro.
También se puede ver a los cántabros trabajando en diversas actividades: herrería, carpintería, etc.
En el campamento romano, por su parte, se esmeraban también por los detalles.
Allí se puede entrar en el templo de Jano, cuyas puertas fueron abiertas por Augusto como símbolo del inicio de las guerras cántabras. Allí, en su interior, nos recibe la estatua del dios de las dos caras.
En el campamento, uno puede hacerse fotos con soldados de varias legiones.
Todos los uniformes y armamento están cuidados al detalle, diferenciándose también los grados, secciones y cargos.
Una sección también para los senadores:
A las 19:00 dio comienzo la representación de ese día en el anfiteatro habilitado para ello. Comenzó con un desfile de las legiones.
Las legiones se concentran y reciben al emperador Augusto, que entra a caballo.
A continuación, da comienzo la actuación. Augusto descansa en el campamento junto a su hijastro Tiberio, su sobrino Marco Claudio Marcelo, su amigo y consejero Cayo Mecenas, famoso por su riqueza y su apoyo a los artistas (de donde surgirá el término "mecenas"); su médico Antonio Musa y el general Cayo Antistio Veto.
Entonces, hacen su aparición en el campamento cuatro cántabros para exigir la recompensa que Augusto ofreció por la cabeza de Corocota: el líder de estos.
Uno de ellos dice ser Corocota y los romanos, tras una lucha, acaban con ellos. Pero, entonces, aparece el verdadero Corocota por sorpresa y agarra con su espada por el cuello a Mecenas.
La tensión crece. Augusto ha sido burlado por ese caudillo a quien Dión Casio se refería como "forajido". Corocota desafía así al imperio y al haberse mostrado en persona, el emperador se ve obligado a entregarle la cuantiosa recompensa.
Tanto aquella noche como los días siguientes las representaciones y talleres se suceden. Y, como he comentado, todos los habitantes de Los Corrales de Buelna y forasteros se implican con este viaje al pasado que, en mi opinión, se logra de manera excelente.
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