Hoy vamos hasta otro lugar misterioso de nuestra geografía. No menos enigmático que la ermita de Viguera y las abejas de Santorcaz. Un trozo de la España mágica que permanece olvidado y casi sepultado: la ermita de San Blas de Rabanera del Campo (Soria).
La ermita se encuentra dentro de una cueva en una colina. Pertenece al término de Rabanera del Campo, pero se encuentra entre este pueblo y El Cubo de la Solana. Tras ascender la colina, la entrada a la ermita se nos muestra como una grieta en la roca con lo que parece ser un desprendimiento.
Agachados bajo la roca de la entrada, entramos en la ermita, establecida en esta cueva. La construcción, actualmente en ruinas, aunque se mantiene la mayor parte de la bóveda, data de los siglos XVII y XVIII. Entrar en la ermita de San Blas es como entrar en un templo antiguo, como un mitreo.
En algunas paredes hay grafitis antiguos junto a otros que no lo son tanto.
La ermita se usó para el culto hasta febrero de 1936, cuando se celebró la última misa. A partir de entonces, siguió la ruina, el expolio y el olvido. Nada se sabe del paradero de la talla de San Blas que presidía el altar ni de los demás adornos y elementos.
La bóveda está decorada con pinturas ingenuas que imitan los adornos y florituras del gusto barroco de la época. Son interesantes dos imágenes que representan a dos ermitas gemelas, cuyo significado ignoramos si es simbólico o real.
Además de imitación de cortinajes en las paredes.
Este estilo ingenuo y popular me lleva a las iglesias de madera que vi en Polonia.
O sin ir tan lejos, a las pinturas de la ermita del Santo Medero de Isongo, en Asturias.
O las de la ermita de la Virgen de Belén de Liétor (Albacete).
Por otro lado, la existencia de una ermita en una cueva me lleva a compararla enseguida con la de San Saturio, patrón de Soria. Un lugar cargado de significado esotérico y con una carga mística enorme.
O la ermita de San Bernabé de Ojo Guareña (Burgos).
Sin olvidar el monasterio de San Frutos del Duratón, en Segovia, construido sobre las cuevas ocupadas por el eremita Frutos y sus hermanos para su retiro espiritual, allá por el siglo VIII.
García Atienza apuntaba a la relación entre la ermita, la cueva y el río, como espacios en los que los iniciados jugaban con los elementos. Todo ello como eslabones de una cadena de un conocimiento ancestral.
Y es que, volviendo a la ermita de San Blas, si traspasamos el altar, vemos cómo la cueva continúa y termina en un espacio ¿Por qué se cerró? ¿Era este el verdadero origen del culto de este misterioso lugar?
Los investigadores apuntan a que antes de la época cristiana, este espacio fue un santuario prerromano e incluso prehistórico. Así, se cumpliría la continuidad apuntada por García Atienza.
Algo ancestral flota en el ambiente en este enigmático lugar. Algo que nos lleva a cultos desaparecidos. No es de extrañar que un vecino del cercano Tardajos de Duero adorne su casa con la cruz y el sello de los templarios.
Pues Soria es tierra de templarios, de ermitaños, de brujas, de celtíberos y de enigmas que merece la pena explorar.
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