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martes, 19 de diciembre de 2017

Salinería

    La sal es un bien muy preciado en la Edad Media. No solo es imprescindible para la cocina, sino para conservar muchos alimentos. A falta de frigoríficos y siendo tan escaso y delicado el comercio del hielo, las gentes del Medievo usan la sal. En los países del sur de Europa se extrae exponiendo el agua salada al sol. Pero aquí, en el ducado de Borgoña, se evapora calentándola en calderas o bien en cubiletes de barro cocido. En otras regiones, como en Austria y el sur de Polonia, hay minas subterráneas
  La abadía controla el comercio de la sal en la región. Dentro del complejo abacial está la salinería. Allí se almacena la sal en grandes montones y en toneles. Su comercio proporciona importantes beneficios para la abadía.



    La sal se endurece en algunas partes de la salinería y es necesario partir los bloques que se formen. 
          Los campesinos acuden a la abadía para proveerse de sal al comienzo del invierno. La idea de poner sal de verdad no ha quedado mal al final:


El hermano Martin anota en el registro las ventas de sal. Los campesinos pagan con dinero o bien en especie.








sábado, 10 de marzo de 2018

Casa de campesinos

  Una vez más, Viaje por el corazón de la Edad Media nos aporta una escena sencilla pero muy orientativa acerca de cómo eran los interiores de las casas de campesinos en la Plena Edad Media:




   Jacques pertenece al feudo de Auxois. Vive con su esposa y sus hijos en esta humilde casa:



   Jacques y su hijo mayor apacientan y atienden a las dos vacas que tienen. La vivienda tiene una sola estancia que es al mismo tiempo cocina, comedor y dormitorio. Los animales están separados de la familia únicamente por una valla, por la que se asoma el hijo pequeño. Solo hasta dentro de unos siglos los animales ocuparán el piso de abajo y la familia el de arriba. Y solo más tarde se les pondrá fuera. La idea es aprovechar el calor. El suelo es de tierra apisonada, como en el caso de sus antepasados celtas y germanos:




 La esposa de Jacques atiende el fuego del hogar y atiende también a su hija pequeña. No hay chimenea: eso es algo muy lujoso en el siglo XII. El humo sale por las rendijas del techo, hecho con paja de centeno. En él se colgarán piezas de carne para ahumar y así conservarlas mejor, junto con la sal con la que pudieron abastecerse en la salinería de la abadía antes de la llegada del invierno. Se desea aprovechar el calor todo lo posible:


Junto al fuego, el lecho donde duermen todos los miembros de la familia (la manta de los esquimales se ha amortizado mucho con el paso de los años).




  En la mesa esperan el pan (la base de la alimentación en la Edad Media) y los platos. Junto a ellos, un pequeño lujo: un farol de metal para contener la vela que les iluminará en la cena.