Los bárbaros germanos, y por extensión todos los nórdicos, fueron los primeros en retar a duelos para resarcirse de una ofensa, o para demostrar el honor o la valentía. Los sajones acostumbraban a retar en combate singular a los britano-romanos al inicio de las batallas durante la invasión de Britania. Pero, independientemente del resultado del combate, los sajones iniciaban la batalla a continuación.
En su novela Excalibur, la tercera y última de la (extraordinaria) saga Crónicas del Señor de la guerra, Bernard Cornwell describe uno de estos combates entre un guerrero sajón llamado Wulfger y uno de los equites (caballeros) de Arturo, el dux bellorum histórico:
"Era un hombre fornido con una mata enredada de pelo grasiento de un tono rubio sucio, que le llegaba por debajo del collar de oro que le ceñía la garganta. Llevaba la barba trenzada con lazos negros, una coraza de hierro y grebas romanas de bronce con adornos; en su escudo tenía una feroz cara de lobo. Del casco sobresalían unos cuernos de toro, uno a cada lado, con una calavera de lobo en el medio adornada con muchos lazos negros.
Sobre los hombros y muslos colgábanle tiras de negra pelambre e iba armado con un hacha enorme de doble filo; del cinturón pendía una espada larga y un cuchillo corto de hoja ancha que ellos llamaban seax, el arma que daba nombre a los sajones".
Fueron estos combates en aquella época oscura los que empezaron a gestar los cantares de gesta de aquellos equites, y los que los convertirían en los caballeros de la Tabla Redonda.
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