La cruzada torcida

  Constantinopla, 1204. El papa Inocencio III predica una nueva cruzada: la cuarta. Pero entre los monarcas cristianos no hay precisamente un clima de unidad... El emperador Enrique VI del Sacro Imperio exige al imperio bizantino la reparación por los daños sufridos en la expedición de su padre Federico I Barbarroja a Tierra Santa en la tercera cruzada, en la que este murió ahogado. Por otro lado, la república de Venecia ansía recuperar los privilegios comerciales con Bizancio, anulados por el emperador Manuel I.

    El conde Teobaldo III de Champaña lidera la nueva cruzada, con la ayuda del conde Balduino IX de Flandes, Simón de Monfort, Bonifacio de Monferrato y otros nobles. De camino a Grecia, los venecianos solicitan la ayuda de los cruzados para recuperar la ciudad de Zara, en manos húngaras. A pesar de la negativa del papa, que no quería ver la cruzada convertida en una lucha entre cristianos, los cruzados consiguen tomar Zara. Allí, reciben una petición de ayuda de Alejo de Bizancio, hijo de Isaac II, destronado por su hermano Alejo III, pretende recuperar el trono bizantino. A cambio, el emperador desterrado se comprometía a pagar la deuda que Venecia había contraído con los cruzados, renovar los privilegios comerciales venecianos y aportar 10000 hombres para la cruzada.

   Los cruzados ponen sitio a Constantinopla:

 Al fin, logran tomar la ciudad y colocar a Alejo en el trono (que toma el nombre de Alejo IV). Pero el emperador no cumple con los acuerdos y los bizantinos se sublevan contra él. Ponen en el trono a Alejo V, yerno de Alejo III, y asesinan a Alejo IV. Los cruzados toman una decisión: tomar la ciudad y poner en el trono a un emperador occidental. Durante dos días, los cruzados ponen sitio a Constantinopla:

Finalmente, logran hacer una brecha en la muralla y tomar la ciudad. El saqueo dura varios días.

  Los cruzados ejecutan a Alejo V y eligen a Balduino IX como emperador. Así, comienza el llamado Imperio Latino. Esta cruzada fue conocida como la "cruzada torcida" por haber cambiado los cruzados sus objetivos. Y así sucedió justo lo contrario a lo que pretendía el papa: evitar la guerra entre cristianos.