Siguiendo con el tema del otro día y coincidiendo con el Día de la Hispanidad, hemos de señalar otros aspectos sobre la cuestión de México y, por extensión, de toda Iberoamérica. Comencemos por el rey Don Juan Carlos I, tan vilipendiado en la actualidad especialmente por medios cuyo único fin es derribar la monarquía aun a costa de un jefe de estado que ya no es jefe de estado desde hace diez años... Durante décadas, mucho antes de los elefantes, Corinna y demás, cuando era el monarca de la Transición, querido y respetado por todos dentro y fuera de España, el rey Juan Carlos se convirtió en el primer soberano español que viajó a América.
La primera visita de Don Juan Carlos y Doña Sofía al continente americano fue en 1976, a la República Dominicana. Se ha discutido mucho la posibilidad de que si sus predecesores hubiesen visitado antes los territorios americanos, la independencia de estos nunca se habría producido.
Una cosa que debemos señalar en este aspecto es que España NUNCA TUVO COLONIAS, a diferencia de Inglaterra, Francia o Países Bajos. Las colonias son simplemente abastecedoras de la metrópoli. España, por el contrario, estableció estructuras, instituciones de gobierno, mestizaje e incorporó estos territorios a la Corona como provincias de pleno derecho. Guinea Ecuatorial es el ejemplo más tardío, pues fue provincia española y así lo fue hasta su independencia en 1969.
En segundo lugar, aquella suposición es solamente comparable al hecho de que con la invasión francesa, la familia real portuguesa se trasladó a Brasil en 1807. Esto supuso, efectivamente, la prolongación de Brasil como parte de Portugal, aunque luego se separó como reino independiente, pero esa es otra historia... Había otros factores complejos que dieron lugar a la independencia de los territorios hispanoamericanos. Y la Leyenda Negra se encargó de avivarlos.
Pero volvamos al rey Juan Carlos. Tanto él como la reina fueron recibidos con alegría en todos los países hispanoamericanos, incluida la Cuba de Fidel Castro. En los fastos de 1992 por el quinto centenario del descubrimiento, no hubo proclamas antiimperialistas baratas, ni actos o performances de ningún tipo. Ya comentamos aquella ilusión y aquel sacar pecho de España. Podemos hablar de nuevo de la Expo de Sevilla o del ya citado concurso de Aventura 92:
Tanto el rey Juan Carlos como Felipe VI, siendo príncipe de Asturias, acudieron durante años a las tomas de posesión de todos los presidentes hispanoamericanos. Sin crisis ni polémicas, como bien se encargó de señalar el general Rafael Dávila hace poco.
Y aún hay más. En 1990, durante su visita a México, los reyes viajaron a Oaxaca, donde se reunieron con los representantes de las siete etnias indígenas. El rey les invitó a celebrar el V centenario con "claro sentido constructivo" como el "encuentro entre dos mundos". Don Juan Carlos recordó que la Corona siempre intentó defender la dignidad de los indígenas. Recordemos las instrucciones de Isabel la Católica y las posteriores Leyes de Burgos, así como las palabras de Carlos I a Cortés: "Dios Nuestro Señor creó a los indios libres y no sujetos a servidumbre".
No olvidemos tampoco la Real Cédula de 1593, en la que Felipe II indica:
Os mando que de aquí en adelante castiguéis con mayor rigor a los españoles que injuriaren, ofendieren o maltrataren a los indios, que si los mismos delitos se cometiesen contra los españoles.
Pero el rey Juan Carlos también lamentó el incumplimiento de estas y el volver la espalda de algunos de sus predecesores a los asuntos de América. Así, mostró su rechazo a los abusos cometidos contra los indios por encomenderos, hacenderos y demás. Reivindicó el papel de Antonio de Montesinos y Bartolomé de las Casas. Los indios no solo aceptaron sus palabras, sino que invitaron a los monarcas a una fiesta precolombina.
En otras palabras, no hay que pedir disculpas si ya han sido dadas, aunque no hiciera falta porque sale de toda lógica. De la misma manera que no vamos a pedir cuentas al presidente italiano Sergio Mattarella por la conquista romana de Hispania. No sabemos si López obrador, Sheinbaum y compañía conocen este episodio de 1990. Es igual.
Estupenda reseña: NADA POR LO QUE PEDIR PERDON
ResponderEliminarGracias! Efectivamente, estando como está fuera de toda lógica
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