José y María entran en Belén. La aldea está llena de gente. Todos acuden a celebrar la Hanuka:
José ha preguntado a los vecinos: las posadas están al completo y nadie puede darles cobijo en sus casas. José lo intenta en la última posada:
-Shalom. Mi esposa está encinta, necesitamos un lugar donde pasar la noche.
-Lo siento, pero no puedo alojaros, la posada está llena. Son muchos los que acuden a censarse y a la ceremonia de la dedicación en el Templo.
José no sabe que hacer y mira a María. El niño que espera ya está aquí, lo siente. La noche ha caído.
-José...
-No tienen sitio en ninguna parte... Pero debes descansar como sea...
María se toca el vientre. Su cara lo dice ya todo. No hay tiempo que perder.
Entonces se les acerca el hijo del posadero:
-Si buscáis un sitio donde pasar la noche yo puedo indicaros uno.
-Por allí, a las afueras de Belén, hay un establo abandonado. Si no encontráis otro sitio, podéis ir allí.
José y María sonríen y le dan las gracias al pequeño. María suspira, aunque el tiempo apremia. Los dos esposos se encaminan hasta el establo del que el hijo del posadero les ha hablado.
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