Ya me avisaron de que el final de esta saga, la mejor de las que creó Derib y una de las mejores del cómic europeo, tenía "un final tan triste como el de David el gnomo". Y la verdad es que es triste, sobre todo por la situación de desamparo en la que nos deja a sus lectores.
Desamparo porque hemos recorrido junto a Buddy y su familia las vastas praderas americanas y las Rocosas durante estos años. Derib no solo llega con este último integral al máximo de su maestría. No solo por su talento para dibujar y recrear aquellos impresionantes paisajes, los caballos y los indios, sino por sus guiones al servicio de la naturaleza y, en suma, de la vida.
Pero lo bueno de los cómics es que se puede volver a vivir la vida de Buddy una y otra vez. Y, por eso, él y su familia seguirán acompañándome.
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