domingo, 7 de junio de 2020

Tres duelos



   D'Artagnan sale corriendo del despacho del señor de Treville. Para asombro de los mosqueteros, atraviesa el corredor como un relámpago en busca del misterioso caballero de negro de Meung:



    Y en su carrera desenfrenada choca contra el mosquetero Athos, que tiene vendada una herida de su último duelo:



-¡Perdonadme, señor, pero tengo mucha prisa!
-¿Y con decir "perdón" lo dais por zanjado? ¡De ninguna manera, señor!



-¡Por mi vida, señor, que no lo hice a propósito!
-No sois de aquí, por lo que veo...
-No, señor, soy de Gascuña.
-¡Claro! Debí imaginarlo...


 Athos toca su hombro malherido y se dirige de nuevo a D'Artagnan:
-Si tenéis tanta prisa a mí me encontraréis enseguida.
-¿Dónde?
-Junto al convento de los carmelitas. A las doce.


-Allí estaré.
D'Artagnan se despide y corre de nuevo hacia la calle:



Cerca de la puerta tropieza sin querer con el mosquetero Porthos:



 -¿Pero qué es esto? ¡Estáis loco para correr así por el cuartel!
-Perdonadme, señor, pero llevo mucha prisa.



-Sois duro de mollera, muchacho. Espero que lo seáis también con la espada.
-No me echaré atrás, caballero.
-Entonces os espero en los Jardines de Luxemburgo ¡A la una!




-A la una me veréis, señor.
 D'Artagnan hace una rápida reverencia y corre hacia la puerta del cuartel:



Sale por fin a la calle, pero ya es tarde: no hay ni rastro del caballero de Meung por ninguna parte. 



Los mosqueteros Aramis y Montrand charlan cerca de la puerta. De pronto, D'Artagnan ve cómo un pañuelo de seda cae del bolsillo de Aramis:




D'Artagnan coge el pañuelo y se lo entrega a Aramis:
-Señor, este pañuelo se os ha caído.
Aramis mira el pañuelo y frunce el ceño: 
-Os equivocáis, señor...



-¡Jajaja! No os atreveréis a decir, Aramis, que no estáis en "buenos términos" con la señorita Bois -Tracy cuando ella misma tiene la intención de prestaros sus pañuelos ¡Jajaja!-ríe Montrand.
-Os equivocáis, Montrand. Este pañuelo no se me ha caído a mí.




-Pero, señor, yo lo he visto caerse de vuestro bolsillo...
-¡Os repito que no es así!
-En ese caso, señor, os ruego que me disculpéis...




-No habéis procedido como debe hacerlo un caballero, señor. Debéis ser gascón, sin duda...



-¡Lo soy!-dice orgulloso D'Artagnan.
-El asunto es grave, señor gascón, pues habéis comprometido el honor de una dama. Así que solo queda designar sitio y hora: a las dos junto al palacio de Treville.
-¡Allí estaré, señor!
  Aramis y Montrand se alejan. D'Artagnan suspira con resignación: ¡tres duelos en un solo día! Las aventuras del joven gascón no han hecho más que empezar.





2 comentarios:

  1. Espero que la historia continue y no se quede aquí, todos hemos crecido con esta historia de Dumas.
    Gran trabajo.

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    1. Seguirá jaja ¿has visto las anteriores?
      Gracias como siempre

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