D'Artagnan sale corriendo del despacho del señor de Treville. Para asombro de los mosqueteros, atraviesa el corredor como un relámpago en busca del misterioso caballero de negro de Meung:
Y en su carrera desenfrenada choca contra el mosquetero Athos, que tiene vendada una herida de su último duelo:
-¡Perdonadme, señor, pero tengo mucha prisa!
-¿Y con decir "perdón" lo dais por zanjado? ¡De ninguna manera, señor!
-¡Por mi vida, señor, que no lo hice a propósito!
-No sois de aquí, por lo que veo...
-No, señor, soy de Gascuña.
-¡Claro! Debí imaginarlo...
-Si tenéis tanta prisa a mí me encontraréis enseguida.
-¿Dónde?
-Junto al convento de los carmelitas. A las doce.
-Allí estaré.
D'Artagnan se despide y corre de nuevo hacia la calle:
Cerca de la puerta tropieza sin querer con el mosquetero Porthos:
-¿Pero qué es esto? ¡Estáis loco para correr así por el cuartel!
-Perdonadme, señor, pero llevo mucha prisa.
-Sois duro de mollera, muchacho. Espero que lo seáis también con la espada.
-No me echaré atrás, caballero.
-Entonces os espero en los Jardines de Luxemburgo ¡A la una!
-A la una me veréis, señor.
D'Artagnan hace una rápida reverencia y corre hacia la puerta del cuartel:
Sale por fin a la calle, pero ya es tarde: no hay ni rastro del caballero de Meung por ninguna parte.
Los mosqueteros Aramis y Montrand charlan cerca de la puerta. De pronto, D'Artagnan ve cómo un pañuelo de seda cae del bolsillo de Aramis:
D'Artagnan coge el pañuelo y se lo entrega a Aramis:
-Señor, este pañuelo se os ha caído.
Aramis mira el pañuelo y frunce el ceño:
-Os equivocáis, señor...
-¡Jajaja! No os atreveréis a decir, Aramis, que no estáis en "buenos términos" con la señorita Bois -Tracy cuando ella misma tiene la intención de prestaros sus pañuelos ¡Jajaja!-ríe Montrand.
-Os equivocáis, Montrand. Este pañuelo no se me ha caído a mí.
-Pero, señor, yo lo he visto caerse de vuestro bolsillo...
-¡Os repito que no es así!
-En ese caso, señor, os ruego que me disculpéis...
-No habéis procedido como debe hacerlo un caballero, señor. Debéis ser gascón, sin duda...
-¡Lo soy!-dice orgulloso D'Artagnan.
-El asunto es grave, señor gascón, pues habéis comprometido el honor de una dama. Así que solo queda designar sitio y hora: a las dos junto al palacio de Treville.
-¡Allí estaré, señor!
Aramis y Montrand se alejan. D'Artagnan suspira con resignación: ¡tres duelos en un solo día! Las aventuras del joven gascón no han hecho más que empezar.
Espero que la historia continue y no se quede aquí, todos hemos crecido con esta historia de Dumas.
ResponderEliminarGran trabajo.
Seguirá jaja ¿has visto las anteriores?
EliminarGracias como siempre