domingo, 26 de marzo de 2017

Príncipe Valiente: el amor y la familia (III)

El encuentro con Merlín, supone para Val charlar con un amigo sobre el hechizo de Aleta. Y qué mejor amigo que Merlín, que es un mago.  La profecía de la bruja Horrit, acerca de que Val no encontraría la paz y la dicha se explica ahora en que éstas no se encuentran en una eterna vida de aventuras sin descanso, sino en el matrimonio y la familia. Porque estos son producto del amor. Toda una lección para Val, junto con el discurso que a continuación pronuncia Merlín: “¿Acaso no has tenido todo lo que deseabas? En cuanto a la dicha, no es más que un mito. Dale a un hombre todo lo que desea y será desgraciado por no tener nada que anhelar ¡Y la hermosa Aleta no necesita recurrir a la magia para robarle la calma a un hombre!”. Merlín no necesita en este caso ser un mago para comprender que lo único que le pasa a Val es que está enamorado. Algunas obras muestran a Merlín como un hombre sabio, pero que no cree en el amor, pues ha visto que el amor provocó el nacimiento de Arturo, pero también el romance de Ginebra y Lanzarote. Solo al final (¿?) de su vida conocerá el amor en la doncella Nimué.



Parecido consejo le da a Val su padre. Aguar sonríe al escuchar que su hijo se ha enamorado o lo que aquél llama “hechizo”. Sonríe al ver que esta vez su hijo sentará la cabeza. Le da una recomendación: “Regresa a esas islas y obliga a esa hermosa reina a librarte de su hechizo”. Esta es la recomendación que todos deseamos recibir: si te gusta una chica lucha por ella como sea hasta conquistarla.


A su regreso a las Islas de la Bruma, Val se enfrenta a los soldados de Aleta que asesinan a su escudero Beric. El odio de Val aumenta al recordar que Aleta es la reina de un país de crueles habitantes. La decisión de Val es radical pero responde a una combinación de amor y ansia que hay en su corazón: secuestrar a Aleta. Val se muestra fiero y dice a la mujer a la que ama: “Llevarás cadenas porque tú y tus salvajes súbditos sois la causa de mucho dolor y de muchas angustias. Te pasearé cautiva por todos los reinos del mundo”. Val no sabe que el comportamiento de los habitantes de las Islas de la Bruma se debe a que durante siglos habían sufrido ataques de piratas, volviéndose agresivos hacia los forasteros.



 Les espera un largo periplo por el norte de África con una Aleta encadenada y un Val que no sabe que lo que siente hacia ella es amor. Los gestos en los que cada uno ahorra agua para el otro muestran que el camino de comprensión para Val está a punto de concluir. El sultán de Benghazi es el primero en anunciarlo al observar la expresión de Val mirando a Aleta: “¿Y decís que es vuestra prisionera? ¡Vos sois el cautivo!”. La conquista culmina cuando Val comprende cuál es realmente el hechizo de Aleta: su amor a ella. “¡Has tardado tanto en comprender! Val no sabe qué decir y se queda mirando el rostro de Aleta”.
Por Aleta, Val destruirá ciudades desde entonces, derrotará a terribles oponentes y recorrerá el ancho mar. Cuando marcha en misiones y aventuras el rostro de Aleta indica a Val en su corazón lo que le espera cuando regrese a su hogar. Aleta le da hijos, la felicidad y todo su corazón a Val. El uno es para el otro la mejor y única razón para vivir. Y lo sigue siendo a pesar de que pasen los años. Ni siquiera el malentendido que provocó una temporal separación entre ambos lo logró. La decisión de Foster por presentar esta situación, ya en su etapa de trabajo con Murphy, solo puede responder a un deseo por sorprender al lector. Causar en él una sensación de desconcierto: ¿Val y Aleta separándose? ¡Imposible! Es lo mismo que hizo Hergé en Las joyas de la Castafiore: sorprender a los lectores con algo imprevisto que resulta ser nada. Todos respiramos de alivio al ver a Val y a Aleta abrazarse de nuevo en las Islas de la Bruma.



Aleta no es solo el gran amor de Val. Es la figura que le hace entrar en una nueva etapa de su vida. Atrás quedan sus ansias de aventuras juveniles, sus acciones inconscientes. Con Aleta Val se convierte en esposo, aprende a compartir su vida con otra persona que no es él mismo. Es una maduración en todos los sentidos, por lo tanto. Con Aleta, Val se convierte en padre, forma una familia. Es una relación superior a la de caballero-dama de los caballeros andantes. El amor platónico no tiene sentido, pues esto es un amor real.
La estancia en América refleja a la perfección esta idea de nueva etapa en la vida de Val. Foster lo relata de una forma tan tierna y entrañable que, si bien no nos hace llorar (tampoco vamos a ponernos cursis), nos conmueve de todos modos. El nacimiento de Arn es el punto central de esa estancia. A este nacimiento dedica Foster el más bello de los textos de la saga: “En estupefacto silencio, Val contempla a su hijo, que en parte es él, en parte Aleta, y aún así, es una persona completamente distinta a ellos que empieza un nueva vida”. Solo un padre podría escribir esto y solo alguien que quiera de verdad a su familia podría apreciarlo.



3 comentarios:

  1. Diego, estamos ante una entrada demasiado profunda. Desde luego, casi un ensayo sobre la paternidad y el matrimonio, de la casi todos tenemos una idea fundamentada en la propia experiencia.

    Supongo que la larga vida del comic, tendría algo que ver con todos los cambios que experimenta el personaje. En el fondo, el héroe necesita alguna referencia a la que retornar. El viaje de Ulises, al que también haces referencia. El retorno al hogar da sentido, es hilo conductor de la historia. Pero no deja de ser un modelo, en mi opinión, muy ajustado al arquetipo de héroe y los valores familiares de los tiempos en los que la historia se dibujó (de 1937 a 1971). El príncipe valiente de hoy tendría que ser diferente, y por tanto, sería otro príncipe valiente o no sería ni príncipe ni valiente. Los tiempos cambian.

    Estoy totalmente de acuerdo con esa referencia a la inspiración en la Hermandad Prerrafaelita, se nota que Harold Foster era, sobre todo, un gran pintor. Unas entradas interesantísimas. Gracias por compartirlas. Un saludo.

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  2. Jajajaja gracias, Jose. Muy cierto todo lo que dices, pero precisamente como digo en las entradas, Val es atípico a los héroes de comic de su tiempo. Como digo, solo él y Buddy están casados. No creas tampoco que Val cumple siempre con el papel de padre protector y Aleta el de madre sumisa. Si lees el comic verás que Aleta tiene poco de sumisa... y sus hijos saben bastante valerse por sí mismos. Por eso te lo recomiendo doblemente.
    ¡Ah, la hermandad prerrafaelita! ¡Qué gran inspiración constante para mí! Tengo a sus artistas siempre como referencia.
    Gracias a ti como siempre. Un saludo

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  3. Todas estas entradas están extraídas de un ensayo sobre el Príncipe Valiente que dejé hace tiempo a medias

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