La noticia del duelo de D'Artagnan, Athos, Porthos y Aramis contra los guardias del cardenal ha corrido por todo París. Ha llegado también a oídos del propio rey Luis XIII. Éste pide al señor de Treville que los cuatro hombres se presenten en el palacio del Louvre.
El señor de Treville y sus hombres llegan acompañados por D'Artagnan al palacio. Los tres mosqueteros ya habían visto al rey en otras ocasiones, pero para el joven gascón es la primera vez que se haya en presencia de su soberano y no puede evitar temblar ante él:
Los tres mosqueteros y D'Artagnan hacen una reverencia.
-De modo que estos son los cuatro valientes que se han enfrentado contra los guardias del cardenal-dice el rey.
-¿Y es éste el joven gascón que hirió a Jussac? ¡Demonio, Treville, pero si es casi un niño!
-Éste es, majestad. Un auténtico gascón. Su padre es un viejo amigo mío. Combatimos juntos por la causa de vuestro padre, el buen rey Enrique-dice Treville.
-Mi padre era también gascón: de Pau. En este oficio, ciertamente, se han de agujerear muchos jubones y romper muchas espadas.-dice el rey.
A continuación, el rey saca una bolsa de monedas y se la entrega a D'Artagnan:
-Tengo entendido que los gascones son pobres.
-No hay ninguna mina de oro en nuestras tierras, sire... Y a mí, personalmente, me robaron el dinero que poseía.-dice tímidamente D'Artagnan.
-En ese caso, aquí tenéis esta recompensa. Estoy satisfecho por vuestra intervención, caballeros.
Y el rey le entrega la bolsa a D'Artagnan.
-¡Mil gracias, sire!
-Treville, hasta que el joven D'Artagnan termine su preparación como mosquetero os ordeno que lo coloquéis en la compañía de guardias de vuestro cuñado, el señor Des Essarts.
-Así lo haré, sire.
D'Artagnan y los tres mosqueteros se retiran alegres, celebrando su triunfo.
-Me gustaría ver la cara del cardenal en este momento. Debe de estar furioso.-dice el rey.
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