Scrooge llega a su oficina. Su empleado, Bob Cratchit, pasa bastante frío, pues Scrooge se niega a encender la estufa para ahorrar. Cratchit pasará otra Nochebuena con lo que ha conseguido ahorrar del escaso sueldo que gana. Espera que Scrooge le conceda el día libre mañana:
El dinero lo es todo para Scrooge. Sus cuentas en su escritorio se ven interrumpidas al sonar la puerta:
Es su sobrino, Fred, que viene a invitarle a cenar a su casa mañana:
-¡Feliz Navidad, tío!
-¡Bah! ¡Paparruchas!
Pero para Fred la Navidad no es ninguna paparrucha y muestra su entusiasmo por estas alegres fiestas:
-Para mí la Navidad es una época entrañable y agradable para perdonar y ser caritativo. Es la única época del año que conozco en la que los hombres y mujeres parecen abrir unánimemente sus corazones y ven a sus subordinados como lo que son: compañeros de viaje hacia la tumba, y no otra raza de criaturas con destinos diferentes. De manera que, tío, aunque la Navidad nunca me haya metido ni una pizca de oro ni plata en el bolsillo, creo que siempre me ha hecho bien, y que siempre me hará bien. Y además, ¡benditas sean las Navidades!
Al ver que no puede convencer a su tío, Fred se despide, no sin antes desear una feliz Navidad a Cratchit. Poco después, dos caballeros entran en la oficina. Vienen para recaudar fondos para los pobres por Navidad, y así se presentan ante Scrooge:
Esperan que Scrooge haga una donación, pero el avaro responde:
-¿Ya no hay cárceles? ¿Ya no hay casas de beneficencia? Apoyo esos establecimientos: si están necesitados que acudan a ellos.
-Hay muchos que no pueden, y otros preferirían morir antes que eso.-responden los caballeros.
-¡Pues que se mueran! Después de todo hay demasiada población.
Sorprendidos por la respuesta de Scrooge, los caballeros se retiran.
No hay comentarios:
Publicar un comentario