Felipe IV es un rey que siempre me ha dado la impresión de estar muy denostado en el imaginario histórico español. Tiene la desgracia de pertenecer a los llamados Austrias menores, cuando empieza la decadencia del imperio español. Tiene la desgracia de haber dejado el gobierno de sus territorios en un valido: el conde-duque de Olivares. Tiene la mala fortuna de haber vivido la independencia de Portugal y la rebelión de Cataluña, ambas en 1640. Tiene la mala fortuna de haber perdido en la Guerra de los Treinta Años por la intervención francesa en el conflicto. Y tiene la fama de mujeriego. Todo ello lo convirtió en la imagen de un rey incapaz, ignorante. Pero, tras la caída del conde-duque, Felipe IV reaccionó y tuvo una etapa en solitario que la historiografía tiende a olvidar. Además, fue el gran mecenas del arte español, contrató a Velázquez como pintor de cámara y mandó traer obras extranjeras para las colecciones reales.
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lunes, 3 de marzo de 2025
Los soldados de juguete de Felipe IV
Pero no es momento ahora de abordar el reinado de Felipe IV, sino tratar un tema de su infancia, cuando era príncipe de Asturias. Cuenta Geoffrey Parker en El ejército de Flandes y el Camino Español que en 1614, cuando el joven príncipe tenía nueve años, su padre Felipe III le regaló unos soldados de madera.
De acuerdo con lo que cuenta Parker: "Había regimientos y compañías, con sus diferentes banderas, armas y vestuario; había caballos y cañones para la artillería; incluso las diversas tiendas y pabellones de los armeros, vivanderos (encargados de los víveres) y barberos que acompañaban siempre a los ejércitos. No faltaban materiales especiales para la construcción de lagos artificiales, bosques y puentes de barcas, y había un castillo de juguete para que lo sitiara el "ejército"".
Se trataba, dada esta descripción, de una colección asombrosa, de gran realismo, con todo lujo de detalles. Eran los Playmobil de la época, mucho antes de que inventasen siquiera los soldados de plomo. Estamos, por lo tanto, ante una joya del mundo del juguete y, posiblemente, el primer juguete a gran escala (al menos, el primer juguete bélico) descrito de manera oficial en las fuentes. Lo más parecido a hoy serían, por lo tanto, los Playmobil.
O el modelismo para coleccionar o para juegos de estrategia.
El diseñador de estos soldados de juguete, que tenían la doble función de entretener al príncipe y enseñarle los asuntos militares, era un italiano llamado Alberto Struzzi. Este describía su maravillosa creación junto con el envío y añadía que "los ejércitos a los que no se les paga caen invariablemente presa de los desórdenes". Este aviso iba con segundas, ya que Struzzi no fue pagado hasta 1630, cuando Felipe IV ya era rey y tenía 25 años de edad.
Con este juguete, Felipe IV debía aprender, ya desde pequeño, que la base de su futuro poder descansaba sobre un ejército enorme, que hacía posible la supervivencia de España como primera potencia: los tercios.
Jugar con este ejército de juguete, el que todos los niños de la época querrían tener, tuvo que ser un gran disfrute para Felipe IV. Pero del destino de este fabuloso ejército en miniatura no sabemos nada ¿Fue tirado cuando el príncipe se hizo adulto? ¿Se quemó durante el incendio del alcázar de Madrid en 1734? ¿Fue donado antes por algún rey? ¿O permanece guardado en algún oscuro rincón de palacio? Nada he podido averiguar más sobre este juguete asombroso, pues la única fuente que lo nombra es Parker. Sin duda, un antepasado extraordinario de los Playmobil y una forma genial de jugar y aprender en el siglo XVII.
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