Año 68 d.C. La locura de Nerón causa estragos. La situación es insostenible. Las tropas romanas eligen a Servio Sulpicio Galba como nuevo emperador.
Mientras tanto, la guardia pretoriana, ya sin el fiel Tigelino, acepta a Galba como emperador y marcha contra Nerón. Al saber que se encuentra solo y que no hay escapatoria, Nerón le pide al liberto Epafrodito que le ayude a clavarse un puñal. Con este, muere. Antes de morir, el demente césar grita: "¡Qué gran artista muere conmigo!".
Así, cae el último emperador de la dinastía Julio-Claudia, la que fundó César.
Año 69 d.C. Galba no ha conseguido la estabilidad que Roma esperaba. Pronto, el senado y el ejército van retirándole su apoyo. La mirada está puesta en Marco Salvio Otón. Este había apoyado la rebelión de Galba con la esperanza de que este lo designara como sucesor. Ahora, Otón acepta el nombramiento de los oficiales del ejército.
Galba ha perdido ya sus apoyos. El pueblo de Roma le da la espalda. Los soldados de Otón lo acorralan en el foro y acaban con su vida.
Pero Otón se encuentra con rivales. Algunos gobernadores no ven con buenos ojos su rápido ascenso. Entre ellos, el gobernador de la Germania Inferior: Aulo Vitelio. Este se proclama emperador y se enfrenta a las tropas de Otón. La lucha se produce en Bedriacum (actual Calvatone, cerca de la actual Cremona).
Las tropas de Vitelio ganan la batalla y jalean a este como nuevo emperador. Las tropas de Otón lo reconocen también como nuevo césar.
Otón se entera de la amarga noticia. Ante la mirada de su prefecto del pretorio, Plocio Firmo, se suicida.
Pero tampoco Vitelio logra ganarse la popularidad. Otros gobernadores tienen más apoyos. El senado le retira su apoyo y elige como emperador a Vespasiano, que se encuentra en Egipto, para aplastar desde allí la rebelión de los judíos.
Vespasiano acepta, pues un augur le ha dicho que los futuros emperadores descenderían de él. Eso augura el fin de estas guerras civiles.
Los soldados leales a Vespasiano, con el apoyo de la plebe, linchan públicamente a Vitelio y lo arrastran hasta el Tíber. Vespasiano, ya aclamado en Roma, pone fin a la inestabilidad del año 69: el de los cuatro emperadores.
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