sábado, 26 de abril de 2025

Funeral del papa Francisco

  Hoy el mundo ha despedido al papa Francisco tras doce años de pontificado. Ha sido un gran evento, cumpliendo solo en parte con la voluntad del pontífice de que fuera un funeral austero.


    Ese cumplimiento se ha basado en no ser enterrado en el triple ataúd habitual de los papas, sino en uno sencillo de madera. Además, es el primer papa desde León XIII en 1903 (que fue enterrado en San Juan de Letrán) que no ha sido enterrado en el Vaticano, sino en Santa María la Mayor.
    Esta jornada histórica, no solo por el entierro de un papa tan mediático, sino por la carga religiosa y patrimonial que tiene, ha dejado imágenes esenciales, por la presencia de tantos mandatarios internacionales. Una de ellas, la de los presidentes Trump y Zelenski reunidos durante quince minutos en un lado de la basílica para retomar las negociaciones sobre la guerra de Ucrania, iniciadas en febrero.


    El presidente americano es uno de los líderes que más expectativas ha generado en este acontecimiento, especialmente por la gran seguridad que supone. Su saludo con nuestro rey Felipe ha sido uno de los momentos más buscados por los periodistas.


    Periodistas que se han pasado todos estos días hablando de cómo iba a ser el funeral, cómo era el protocolo vaticano y dónde iban a ir colocados los invitados. Pues todo mentira. Eso de que los reyes de Europa iban a estar en primera fila, dando predominancia a los monarcas católicos, no se ha cumplido. Los mandatarios han sido colocados por orden alfabético francés. Por eso, los jefes de estado de España, Estonia y Estados Unidos han estado situados en la misma fila.
    ¡Pobres periodistas! Le tienen mucho miedo a los cónclaves porque son los únicos eventos a los que no pueden adelantarse: todos nos enteramos del resultado a la vez. No pueden meter una cámara en la capilla Sixtina e informar de la primicia que sería el conocer antes que el mundo quién es el sucesor de San Pedro. Y por una vez (cada X años) que vemos que los periodistas no saben algo, hay que disfrutarlo.
    Sergio Mattarela, presidente de la república italiana, como representante del país anfitrión (aunque el Vaticano es un estado soberano cuyos límites están dentro de otro estado, como le pasa a San Marino).



    Milei, el presidente de Argentina, no ha faltado al evento como jefe de estado de la patria del papa Francisco.


    Ni por supuesto la primera ministra italiana Giorgia Meloni, con quien Milei ha almorzado tras el funeral.



    No deja de ser curioso si pensamos en los 500 años que han pasado desde la Reforma protestante que esta reunión de jefes de estado y mandatarios de tantos países y credos distintos sería imposible en el siglo XVI ni en las centurias sucesivas a este. La iniciativa ecuménica que comenzó Juan XXIII, artífice del Concilio Vaticano II y canonizado por el papa Francisco, dio sus frutos.
    La ceremonia del funeral ha sido toda una puesta en escena grandiosa, por mucha austeridad que Francisco pidiera. Grandiosa no por el oropel, sino por la gran asistencia de líderes, cardenales, obispos y demás religiosos, así como un montón de fieles y turistas, coincidiendo con el Jubileo de los Adolescentes. Admiro demasiado al papa Francisco como para pararme a pensar si entre sus filas estaba el Opus y ... otra gente. 



    El cardenal Re, decano del colegio cardenalicio, ha leído la homilía en la que ha alabado la labor del papa Francisco, su dedicación a los pobres y su misión. Los asistentes y los que hemos seguido el funeral desde la tele, hemos podido ver la variedad dentro de la Iglesia católica, en cuanto a los representantes del rito católico oriental. Especialmente hermoso ha sido el cántico bizantino que han entonado.


 Tras la ceremonia, de forma bastante similar a lo acontecido en el funeral de Isabel II de Inglaterra, el féretro del papa ha sido conducido en un papamóvil por las calles de Roma hasta Santa María la Mayor. A su paso, el ataúd era saludado y aplaudido por multitudes agolpadas en las calles.



    Escoltados por la guardia suiza, los sediarios han tomado en andas el ataúd al llegar a Santa María la Mayor. La importancia de esta basílica del siglo IV (y remodelada en los siglos posteriores) es enorme. Se trata del primer templo dedicado al culto mariano. En ella se custodia una valiosa reliquia: el pesebre del Niño Jesús. Y también se venera en ella el icono de la Virgen de las Nieves o Salus Populi Romani (Protectora del Pueblo Romano). 



    Llegada a Roma en tiempos de Gregorio I (siglo VI), esta imagen de la Virgen María, a la que la tradición señala como pintada sobre un trozo de la mesa de la Última Cena, fue venerada tras haber salvado milagrosamente a la ciudad eterna de una terrible peste. El papa Francisco tenía gran devoción por este icono y mandó sacarlo de nuevo en 2020 durante la pandemia. La denominación "de las Nieves" proviene de la leyenda fundacional de la basílica. El papa Liberio ordenó su construcción por la piadosa iniciativa de un matrimonio patricio. En sueños, la Virgen les dijo que les señalaría el lugar donde construir el templo. Murillo pintó esta historia en un famoso cuadro que se conserva en el Prado.


  Milagrosamente, comenzó a nevar el 5 de agosto sobre el monte Esquilino. Allí, el papa Liberio mandó poner la primera piedra para la basílica. En conmemoración del milagro, cada 5 de agosto se arrojan pétalos de rosas blancas en Santa María la Mayor.
    Los sediarios han portado el féretro de Francisco hasta el lugar dispuesto para su enterramiento. Momento que las cámaras no han podido captar por protocolo y que solo han tenido la asistencia de unos pocos, entre ellos, la familia del papa.

 

    Así, Roma y el mundo han despedido al papa Francisco. Un papa cuyo legado será difícil de olvidar, y sin duda ha pasado ya a la historia.


    Ahora, en el pequeño estado del Vaticano, solo hay una única cuestión: ¿Quién calzará las sandalias del pescador?











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