martes, 22 de diciembre de 2020

Un rey acaba de nacer (III)

    María acuesta a su hijo recién nacido en un pesebre, sobre paja fresca. La noche es fría, pero en el establo, con el heno, la mula y el buey, pueden sentir un calor muy acogedor. Parece como si todo se hubiese detenido en esta pequeña aldea de Judea, sobre este establo abandonado. Hay una luz distinta.
José pone su brazo en los hombros de María, cansada por el parto, pero feliz por ver a su hijo recostado en el pesebre. Ambos lo contemplan sonrientes:


  De pronto, unos ruidos del exterior interrumpen el silencio del establo. Se oyen unas voces. José se inquieta:



   Intrigado, toma su vara y sale a ver de qué se trata. Son unos pastores que han acudido con sus ovejas y sus perros. José y María se preguntan a qué habrán venido.

-¿Qué deseáis?-pregunta José



-Estábamos al raso, con nuestro ganado, cerca de Belén, cuando vimos un resplandor y escuchamos una voz.-contesta un pastor.
-Una voz que nos habló ¡Creednos! Nos habló. Y nos dijo que había nacido el Salvador: el Mesías del que hablaron los profetas.-dice otro pastor.
-¿Es posible?-se asombra José.
-Como os lo contamos. Tuvieron que ser ángeles sin duda ¡Alabado sea Yavé por este prodigio! La voz nos dijo que viniésemos aquí. Que aquí lo encontraríamos, en un pesebre, envuelto en pañales. Y aquí estamos.


    José se asombra ante el testimonio de estos pastores. María sonríe. Su esposo les hace pasar y María les muestra al pequeño salvador, en el pesebre. Los pastores lo contemplan con asombro ¡Este niño, un niño nacido en un establo, entre un buey y una mula, hijo de unos nazarenos, nacido aquí, en la aldea de David, este niño es el que los profetas anunciaron! Guiados por esta revelación, los pastores agradecen el poder contemplar este pequeño-gran milagro. El que hayan sido ellos, unos humildes pastores de Belén, los primeros en poder contemplarlo:






 

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