sábado, 20 de enero de 2024

En busca del Dorado

  El mito del Dorado es uno de los más famosos, no solo de América, sino de todo el planeta. Todo proviene de la civilización muisca, un pueblo indígena de la actual Colombia. 
  Los muiscas tenían una ceremonia para investir al zipa (cacique). Este era transportado en una balsa al centro de la laguna de Guatavita:






Aquí, una representación de la balsa en oro:


 Los dignatarios que iban en la balsa cubrían con polvo de oro el cuerpo del zipa. Tanto los muiscas de la balsa como los que contemplaban la escena desde la orilla arrojaban piezas de oro a la laguna como ofrenda a los dioses.





  La noticia de este ritual se extendió entre los conquistadores españoles. Pizarro y sus hombres la escucharon en el Perú. Fue uno de ellos, Sebastián de Belalcázar, mientras emprendía la conquista de la actual Ecuador, el que la conoció a través de un prisionero muisca. Llegó también a oídos de Alvarado y de Orellana. Con el tiempo, el Dorado pasó a ser no un ritual, sino una ciudad legendaria: la ciudad del oro. La imaginación de los aventureros hizo crecer la leyenda. Los indios desviaron a los conquistadores diciendo siempre que el Dorado estaba "más allá".
 El que más cerca estuvo fue Gonzalo Jiménez de Quesada, que capitaneó una expedición a la conquista de Colombia, bautizada por él como Nueva Granada:


 Jiménez de Quesada y sus hombres descubrieron a los muiscas y comprobaron que, efectivamente, tenían mucho oro y piedras preciosas. 


Pero la leyenda de una ciudad mítica ya se había extendido por toda América del Sur. A medida que la conquista avanzó, avanzó también la maravillosa imagen del Dorado en los sueños de aquellos aventureros. Exploradores de otros países también lo buscaron sin éxito. Y así, un ritual indígena se convirtió en la famosa leyenda.









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