Perceval cabalga alegremente hacia Camelot. Un día, en un claro del bosque, encuentra una tienda de campaña:
El joven galés descabalga y se acerca con curiosidad a la tienda:
Dentro descubre a una hermosa doncella:
-¿Qué hacéis aquí? ¡Marchaos!
-Hermosa doncella, soy Perceval el Galés y he venido a rescataros.
-¿Rescatarme? Debéis estar loco. No me hallo prisionera. Marchaos, os lo ruego. Mi prometido regresará enseguida.
-He dicho que he venido a rescataros. Así que debéis entregarme vuestro anillo y concederme un beso.
-¿Pero qué decís? ¿Habéis perdido el juicio? Ya os he dicho que no estoy prisionera y que estoy prometida ¡Salid inmediatamente de mi tienda!
Pero al igual que no sabe nada de la guerra, Perceval tampoco entiende de compromisos. La doncella intenta empujarlo hacia fuera, pero Perceval agarra sus muñecas.
-Mi madre me ha encargado que pida vuestro anillo y un beso.
La doncella va a gritar de nuevo, pero rápidamente Perceval la besa en los labios con emoción. Y con la misma rapidez, le roba el anillo del dedo.
-¡Gracias, dulce doncella! Vuestro anillo y vuestro beso serán mi primer trofeo como caballero! Guardad siempre el recuerdo de Perceval el Galés.
-¡Cómo os atrevéis, ladrón, criminal! ¡Tened por seguro que mi prometido os perseguirá! ¡Devolvedme mi anillo!
Pero Perceval se aleja ya feliz, a lomos de su caballo, mientras la doncella grita a sus espaldas:
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