La cosa ya se ponía seria. Tras una investigación encargada a la Inquisición (¿quién si no?), el papa declaró hereje a Lutero. Éste fue celebrando debates, publicando libros y poco a poco su fama se fue extendiendo. Un dato curioso a tener en cuenta, y relacionado con la idea de la identidad germana de la que hablaba al principio, es que Lutero se dirigía siempre a la "nación alemana" y hablaba siempre en estos términos en una época en la que Alemania como estado no existía y tardaría tres siglos en conformarse como tal. Es decir, que el reformador, además de su impulso religioso, albergaba una clara intención nacional. En ese tiempo, Lutero fijó los sacramentos que él defendía como basados en los evangelios: el bautismo y la comunión.
Pero León X no se quedó de brazos cruzados y en 1521 ordenó la excomunión de Lutero. Pero el pontífice chocó con los intereses de un monarca que no tenía muy claro si ejecutar la sentencia porque Lutero no le resultaba antipático: el emperador Carlos V.
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