Adolf vive con su mujer y su hijo en esta cabaña en los Alpes cerca de la aldea de Nürensdorf. Tiene dos cabras y unas cuantas gallinas. Le gustaría acrecentar su pequeña propiedad y un dinero extra podrá venir bien. Luchó ya en Reutlingen y sacó algo para poder casarse y comprar el terreno al este del arroyo. En Italia podría sacar algo más y con lo que venda de los animales la cosa podrá marchar muy bien.
Pero en la vida del mercenario no hay nada seguro y Adolf solo debe tener una cosa en mente: sobrevivir. Eso bien lo sabe.
Saca de un rincón de la cabaña la armadura que pudo pagarse en la herrería, su zweinhänder y un arcabuz. Su esposa, Grete, le prepara una bolsa para el viaje. Entre lágrimas, ella y su hijo Wilfred le abrazan. Adolf se despide, promete volver y se marcha.
Cuando ha recorrido ya un largo tramo entre abetos una voz le llama. Es Heinrich, de Augsburgo. Se conocieron en la compañía de Reutlingen. Al menos Adolf luchará entre caras conocidas.
Hay un largo camino hasta Italia, más allá de los Alpes. Allí se reunirán todos los lansquenetes bajo la bandera imperial.
Hola Diego, las entradas están super bien. El tema es muy atractivo y coincido en que hay muy buenas piezas para recrearlos, como demuestras. Aunque creo que está ambientada en un periodo un poco posterior, hay una muy buena película que narra las aventuras de este tipo de mercenarios europeos. El último valle (1970), con Michael Caine. Muy en sintonía con esta y otras entradas que recientemente nos has regalado. Gracias por compartir. Un saludo.
ResponderEliminarGracias, Jose Luis. Quisiera que hubiese más, pero mientras tanto esos gorros son geniales.
ResponderEliminarSí, precisamente he hablado sobre El último valle en la entrada III de este tema: http://playmoguardian.blogspot.com.es/2017/01/lansquenetes-la-era-de-los-mercenarios_27.html
Un saludo ;)
Ya me extrañaba Diego, que no lo hubieras incluido. Un saludo
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