Gessler y sus hombres, tras requisar unos caballos en Sisikon, se adentran en el bosque de camino al castillo de Küssnach.
-¡Adelante! Dentro de poco llegaremos al castillo:
-Estoy deseando atrapar a ese maldito proscrito ¡Y a todos sus leales! ¡Aunque tenga que arrasar todo el cantón! Lo juro por San Gotardo.
-¡Aquí me tienes, canalla!-grita de pronto una voz.
Gessler mira a su derecha. Subido a una roca y secundado por sus montañeses está Wilhelm Tell sosteniendo su ballesta.
-¡Tell!
Y con una enorme rapidez, Tell dispara su ballesta:
¡Y la segunda flecha impacta en el pecho de Gessler!
El gobernador cae de su caballo ante el asombro del capitán de la guardia:
Al ver a su señor muerto, el capitán se lanza contra los montañeses. Pero una segunda flecha, disparada por uno de los amigos de Wilhelm, le alcanza en el cuello:
Al contemplar a sus señores caídos, los guardias de Gessler se dispersan por el bosque.
-Ahora empieza todo ¡Los cantones de Schwyz y Unterwalden nos seguirán y juntos derrotaremos a los austriacos!
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