martes, 28 de junio de 2022

Revolución de Febrero 1917

 Petrogrado, 1916. Rasputín, el staretz farsante de Siberia que influye sobre la zarina Alejandra es asesinado por el gran duque Dmitri y el príncipe Yusupov en el palacio de éste. Los zaristas creen que con este acto las cosas mejorarán para la familia imperial y para Rusia. Pero no es así...




    Aquí tenéis la foto que le hice al Palacio Yusupov (su parte trasera, junto al Jardín Yusupov) cuando estuve en San Petersburgo:





    Petrogrado, febrero de 1917. Las grandes bajas que causa la guerra y el hambre provocan el descontento de la población. Las manifestaciones se suceden. Los soviets convocan huelgas. El zar se encuentra en el frente y se opone a las reformas que liberales, socialdemócratas e incluso muchos zaristas piden. La situación se hace insostenible. Muchos soldados se unen a las manifestaciones. La revolución es ya un hecho:




    La revolución se extiende a Moscú y a otras ciudades del imperio. La Duma se niega a ser disuelta y establece un gobierno provisional de burgueses, liberales y socialdemócratas. La situación es tan insostenible que crecen las voces que piden la abdicación del zar. Muchos zaristas, con la esperanza de restaurar la monarquía y convertirla en constitucional cuando las circunstancias lo permitan, se unen a la petición.
    Pskov, noroeste de Rusia, marzo de 1917. En su tren privado, proveniente del frente, el zar accede finalmente a abdicar. Lo hace también en nombre de su hijo, sabiendo que su enfermedad no le permitirá un largo reinado. Entrega el trono a su hermano Miguel, pero éste lo rechaza ante la inestabilidad. La dinastía Romanov ha terminado:




    El gobierno provisional entrega el poder al socialdemócrata moderado Alexander Kerenski, partidario de continuar la guerra contra Alemania para que las potencias de la Entente reconozcan el nuevo régimen en Rusia:



    Kerenski se instala en el Palacio de Invierno de Petrogrado, residencia oficial de la familia imperial. Esta, custodiada por militares, se queda en Tsarkoie Tselo. Kerenski, que tenía una opinión desfavorable sobre la familia imperial, entabla, sin embargo, amistad con el zar. Sabe que no podrá asegurar su seguridad mucho tiempo y confía en que la familia Romanov pueda viajar a Londres, como es el deseo del zar y la zarina:


    Pero el rey Jorge V de Gran Bretaña, primo carnal tanto del zar como de la zarina, se niega a que los Romanov se instalen en Londres. Teme que la presencia de los monarcas rusos haga estallar la ira de los laboristas, cuyos apoyos van creciendo en Inglaterra. Tampoco Francia ni Alemania aceptan a los Romanov.
    Solo queda una solución: enviar a la familia imperial a Tobolsk, en Siberia. Los Romanov no tienen otra posibilidad y parten para Tobolsk acompañados del doctor Botkin; Pierre Gilliard, preceptor suizo de los hijos del zar; su esposa, y algunos criados.
    Kerenski sabe que su propia cabeza peligra también. El gobierno provisional es muy débil y el soviet de Petrogrado muy fuerte. Los bolcheviques no le van a perdonar haberse adelantado a sus planes. Mientras tanto, Lenin, el líder de los bolcheviques, exiliado en Zurich, negocia con el embajador alemán su regreso a Rusia y asegurar la retirada de ésta de la guerra:











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