lunes, 6 de junio de 2022

El oscense que descubrió la circulación pulmonar

     En el siglo XVI, cuando la medicina entra en la modernidad, un español hace un descubrimiento esencial: la circulación pulmonar. Su nombre: Miguel Servet.







    Natural de Villanueva de Sigena (Huesca), Servet fue sin duda una de las figuras más importantes del Renacimiento español. Como hombre de este período, estaba interesado por toda ciencia, así como por la teología. Eran los años de la Reforma de Lutero. Las ideas de teólogos y científicos se difundían gracias a una aliada valiosísima: la imprenta. Europa empieza a dividirse entre católicos y protestantes.
    Servet se formó viajando por los principales centros de estudios de la época: París, Lyon, Montpellier, Estrasburgo...Entabló amistad con varios reformadores y fue conformando su fe protestante. Como estos, Servet se acerca a la Biblia sin la mediación eclesiástica y defiende la libre interpretación. 
    Servet sostenía que Cristo es humano, aunque sea hijo de Dios. Negaba la Trinidad, por no sostenerse en la Biblia. Su pensamiento es, por lo tanto, unitario, lo que le acerca a los anabaptistas, y no trinitario, lo que le aleja de los luteranos y, por supuesto, de los católicos. Defendía además el bautismo en adultos y no en niños. 





    Plasmó sus ideas en su obra Christianismi Restitutio ("La restitución del cristianismo") en 1553. En ella habla también de su gran descubrimiento científico: la circulación pulmonar. Es la parte del sistema circulatorio que lleva la sangre desoxigenada desde el corazón hasta los pulmones para luego regresar oxigenada al corazón.





    Las obras de Servet no tardaron en ser condenadas, tanto por católicos como por protestantes. De nada sirvió su pseudónimo: Michel de Villeneuve. Aunque intercambió cartas con Calvino, éste lo denunció públicamente diciendo que sus ideas eran peligrosas. En Vienne (este de Francia), Servet fue detenido por orden de la Inquisición Francesa (¡ojo, no la española!). Consiguió escapar y fue quemado en efigie.
    Servet llegó a Ginebra, controlada por aquel entonces por Calvino: era una especie de república teocrática. Ignoramos si deseaba entrevistarse con Calvino, pero, de una forma o de otra, era meterse en la boca del lobo. Y así fue. Durante un sermón en la iglesia, Servet fue reconocido y detenido. 





    Aunque intentó defenderse durante el juicio, la sentencia del Consejo de Ginebra fue firme: condenado a morir en la hoguera. 









Y así se cumplió el 27 de octubre de 1553.



    La muerte de Servet demostró dos cosas:
1. Que la "inquisición" protestante era tan perseguidora (o más) como la católica.
2. Que, como dijo Sèbastien Châtellion, "matar a un hombre no es defender una doctrina: es matar a un hombre".
    Servet se convirtió así en un mártir de la libertad de conciencia y demuestra también que las mentes españolas del siglo XVI no eran tan oscuras y atrasadas como la leyenda negra nos quiere hacer ver.




2 comentarios:

  1. Me encantan estos mini biopics Playmoguardian. La pieza mapa/documento con tapografía está increible.

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