El Kalevala no fue recogido por escrito hasta el siglo XIX. Es decir, en pleno período nacionalista, en una Finlandia bajo dominio ruso que reivindicaba su pasado ancestral. El Kalevala dio a los fineses su identidad y la conciencia de que no eran un territorio a medio camino entre las ambiciones de Suecia y las de Rusia.
El Kalevala llena la vida pública y privada de Finlandia: ritos, eventos, escuelas, festivales... Es como si los españoles hiciésemos del Poema de Mío Cid nuestra razón de ser o los griegos con la Ilíada.
Pero además de las figuras de Gandalf e Ilúvatar, y el fatídico anillo, Tolkien descubrió en la cultura finesa un filón para su investigación sobre las lenguas. Para componer la lengua élfica, acudió al finlandés, lengua que llegó a aprender (y tuvo que ser difícil si tenemos en cuenta que es una lengua no indoeuropea, es decir, bastante distinta al inglés y al resto de las lenguas germánicas)
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