El rey Sancho II el Fuerte (no confundir con el rey navarro Sancho VII el Fuerte) juega un papel esencial en la vida del Cid. No solo es su señor, a cuyo servicio puso su padre Diego Laínez siendo un niño, sino un gran amigo y con quien se formará para llegar a ser el caballero que todos conocemos. La leyenda llevará la lealtad de Rodrigo Díaz de Vivar por su señor Don Sancho hasta hacer jurar al hermano de éste, Alfonso VI el Bravo, en Santa Gadea de Burgos (hecho que nunca tuvo lugar).
La película de El Cid, entre otros errores, no supo captar la personalidad del rey Sancho (encarnado por el actor Gary Raymond).
Si bien sí refleja su enorme ambición (reunir los tres reinos repartidos por su padre Fernando I el Magno en uno solo), no muestra su amistad con el Cid. Únicamente comunica que Rodrigo sí será capaz de luchar en el torneo para disputar la ciudad de Calahorra y ruega a aquel antes de morir que se le reconozca como rey. En resumen, una visión muy vacía del personaje.
En el imaginario popular castellano, el rey Don Sancho siempre destacó con la imagen de un rey impetuoso, colérico, amante de la guerra. Tanto es así que se refleja en los romances su imprudencia al no cubrirse las espaldas previendo la traición de Bellido Dolfos en Zamora:
Rey Don Sancho,
Rey Don Sancho,
no digas que no te aviso.
Al mismo tiempo, se destaca la imagen de rey querido, encarnación de lo castellano, frente a su hermano Alfonso, que queda como el usurpador, el intruso, el leonés. Una vez más, Hernández Palacios supo plasmar muy bien esa personalidad en su obra El Cid frente al carácter frío y calculador de Alfonso, que más que el Bravo le deberían apodar el Político.
En esta imagen se recoge bien ese carácter y esas cualidades. Palacios le añade incluso pendientes para acentuar ese carácter fiero, heredado como dice el comic de su tío el rey navarro García III el Feroz.
Esa es la imagen que yo tengo más o menos del rey Don Sancho y es la que he intentado plasmar en esta escena del monarca cazando, acompañado del Cid. No le he puesto pendientes porque me parece exagerado. Debo señalar que a la hora de buscar vestimenta para los nobles medievales resulta difícil encontrar torsos que no tengan emblemas heráldicos, ya que si queremos ser puristas estos no aparecieron hasta el siglo XI. Pero independientemente de si queremos que estos emblemas aparezcan o no, no figurarían en una escena de caza. He intentado reunir una vestimenta tanto para el Cid como para el rey que sean acordes con ésta.
He querido mantener la cabellera negra de Don Sancho como movida al viento mientras porta firmemente el venablo. Un venablo dorado que no me convence, pero es el único que tengo por ahora.
Don Sancho , coronado ya como rey, ha invitado a sus leales a Oña, su tierra favorita, en la comarca burgalesa de la Bureba, y donde será enterrado. Allí la caza abunda y los perros de los monteros han encontrado un jabalí.
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