"Entonces llamaron a la criada, a quien hasta ese momento no habían podido dar sus regalos por culpa de ese entreacto; y, una vez que, con su ayuda, llevaron todas las cosas envueltas a la luminosa sala de Navidad, la señora Ellen se arrodilló en la alfombra y, con su cuchillo, empezó a cortar las cuerdas de aquel gran paquete.
Pronto sintió cómo se hinchaba por dentro y trataba de estallar los lazos cada vez más débiles, y cuando el juez, que hasta entonces había guardado silencio, hubo quitado los últimos envoltorios y lo sostuvo en pie ante él, resultó ser un gigantesco abeto que ahora extendía sus ramas ya liberadas por todas partes.
Por él caían largas y estrechas tiras de espumillón que brillaban desde las puntas y a través del oscuro verde; las piñas del abeto que colgaban de todas las ramas también doradas".
Theodor Storm
Bajo el abeto
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