lunes, 23 de septiembre de 2024

La imborrable huella del cristianismo en el cine

  Esta entrada no está dedicada a las películas sobre la vida de Cristo (como Rey de Reyes) o de temática cristiana (como La misión), sino a aquellas que, de algún modo, tienen elementos que provienen claramente del cristianismo. Ya sea consciente o inconscientemente.
  Comenzamos con Alguien voló sobre el nido del cuco (Milos Forman, 1975). En esta película, un delincuente llamado McMurphy (Jack Nicholson) es internado en un hospital psiquiátrico. A pesar de no encontrarse cómodo en un principio, McMurphy se gana el afecto y la popularidad del resto de pacientes. Le ven como un líder inesperado que introduce un aire nuevo en el hospital, frente a la cruel impasibilidad de la enfermera Ratched.


    McMurphy les enseña un mundo nuevo y les habla con palabras nuevas. Les lleva en autobús por la ciudad, les lleva en barco, el amor (aunque sea el sexual de unas prostitutas), recrea un partido de beisbol imaginario, rompe las normas, se burla de la autoridad. Pero el poder acaba lobotomizando a McMurphy: han logrado destruirle. Más tarde, varios pacientes aseguran haberlo visto, que es libre. Como si de una resurrección se tratase.
    

    No menos cristiana es la evocación que se puede observar en Dentro del laberinto, la emblemática película de fantasía de 1986 fruto de la imaginación del gran Jim Henson, creador a su vez de Los Teleñecos. La película nos cuenta la historia de Sarah (Jennifer Connelly), una chica obsesionada con las historias fantásticas, cuyo hermano pequeño es raptado por los goblins (nunca entendí por qué no usaron la traducción española de este término, "trasgos"). Jareth (David Bowie), el rey de los goblins, le propone recuperar a su hermano si consigue atravesar el laberinto para llegar a su castillo en solo trece horas.


    En una escena decisiva, cuando Sarah ha conseguido ya llegar al castillo con la ayuda de sus amigos, Jareth le propone una tentadora oferta: podrá tener todos sus sueños en sus manos, el mundo ideal de fantasía que siempre ha deseado, si se entrega a su poder. Aquí, Sarah toma de manera doble el papel de Jesús. Por un lado, al rechazar la propuesta de Jareth, al igual que al demonio en el evangelio. Y, por otro lado, repitiendo la misma frase que Jesús dijo a Pilato: "No tienes poder sobre mí".

    Sin salir del cine de fantasía, Willow (Ron Howard, 1988) nos lleva a un viaje de aventuras al estilo de El hobbit. El enano y aspirante a mago Willow (Warwick Davis) debe poner a salvo a una niña perdida, Elora Danan, cuyo destino es el de convertirse en reina y vencer a las fuerzas de la oscuridad de la reina Bavmorda (Jean Marsh).


    La idea de la niña con un destino grandioso puesta a salvo de la reina malvada proviene claramente de la imagen que todos tenemos de la huida a Egipto, aunque la Sagrada Familia no tuvo que enfrentarse con dragones (a excepción de lo que se cuenta en el evangelio apócrifo del Pseudo-Mateo).

    Pasamos a El club de los poetas muertos (Peter Weir, 1989), donde un profesor de poesía (Robin Williams) llamado John Keating, con un aire diferente, se convierte en otro líder inesperado entre los alumnos de un selecto colegio de EEUU. 


  Keating les anima a pensar diferente, a aprovechar sus vidas (con el famoso lema latino de Carpe Diem). Su estilo rompedor, cercano y desenfadado atrae sobre sí el odio del director y de otros profesores. Uno de los discípulos (alumnos) acaba denunciando a Keating y uniéndose así al Sanedrín, al que representaría el gobierno del colegio. Finalmente, Keating es despedido, pero sus alumnos fieles le muestran su apoyo, para colmo del director, que intenta detenerlos.







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