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domingo, 10 de marzo de 2024

Almorávides

  España, siglo XI. Los almorávides pretenden invadir la Península. Este grupo radical islámico desea restaurar el califato de Córdoba e imponer el sunismo entre los fieles musulmanes:



Los almorávides han ocupado el Sáhara y se han extendido hasta Mauritania:






 ¿Quién los detendrá ahora?





viernes, 23 de junio de 2017

La jura de Santa Gadea III

Un murmullo recorre la iglesia ¿Quién se ha atrevido a hablar? Es Rodrigo Díaz de Vivar.


El Cid da un paso al frente. Su mirada decidida le precede. El rey arruga las cejas ¿Qué se propone el infanzón de Vivar?
-Señor, os insto aquí, ante todo Burgos, a que toméis otro juramento ante las Sagradas Escrituras.
-¿De qué se trata?


-Señor, los que fuimos leales a vuestro hermano el rey Don Sancho, os aclamaremos gustosos como rey si antes juráis que no tomásteis parte en su muerte.


Los murmullos comienzan a aumentar, más alarmados ¡El que fuera portaestandarte de Don Sancho, el hijo de Diego Laínez, se atreve a desafiar al rey! Don Alfonso abre mucho los ojos, aprieta los puños y empieza a temblar.
-¿Os... os atrevéis a pedirme que jure, Don Rodrigo?
-Os pido que juréis que no tuvisteis nada que ver en el asesinato de vuestro hermano, que no pagasteis a la mano que lo mató ni consentisteis en que así fuese. Si cometieseis perjurio, tened vos el mismo fin.


Don Alfonso tiembla más ahora, pues los nobles ya no miran al Cid, sino a él. Se vuelve a la Biblia abierta y toma juramento de lo que Rodrigo le ha pedido.



Una vez ha jurado, el rey se vuelve al público. El Cid, vista su exigencia cumplida, se inclina y ofrece su espada en señal de lealtad al nuevo rey.


Entre los asistentes, en la nave sur, está también Doña Jimena, la esposa del Cid. Está asustada, pues teme la cólera del rey ante el acto de su esposo.


El rey, efectivamente, está enfurecido, y rechaza el gesto de Rodrigo.
-¡Rodrigo Díaz de Vivar! Por haberos atrevido a desafiar a vuestro rey os condeno a ser desterrado del reino de Castilla.


El castigo no se ha hecho esperar, como dice el romance:

¡Vete de mis tierras, Cid,
mal caballero probado,
y no entres más en ellas
hasta no haber pasado un año!


El Cid, asume la condena y responde:

Pláceme-dijo el buen Cid-
pláceme-dijo de grado-
por ser la primera cosa
que mandas en tu reinado.













La jura de Santa Gadea II

Pues aquí tenemos a algunos de los nobles y damas del reino de Castilla, vistos desde el altar, y dispuestos a escuchar el juramento de su nuevo rey Alfonso VI.


Me gusta mucho el efecto de profundidad que se logra con estas piezas, especialmente tomando las fotos desde diferentes lados. Además, estas ventanas románicas vienen que ni pintadas.




Desde los pilares de las naves podemos ver el ábside con el altar.


Me gusta bastante el efecto creado en el ábside. Las aspilleras del castillo son muy adecuadas, pues recuerdan a las estrechas ventanas de los ábsides románicos. Un cristo románico preside el ábside. Para el altar he usado el arcón medieval de la casa-museo y la verdad es que el efecto es inmejorable.



El rey Don Alfonso hace su entrada. El obispo de Burgos espera en el altar para tomarle juramento. Un monje del monasterio de Silos sostiene su báculo.


Entre las coronas he optado al final por esta, que me parecía más sencilla para el siglo XI. El rey apoya su mano sobre las Sagradas Escrituras y el obispo le pregunta:

-¿Juráis por Dios y ante los Santos Evangelios cumplir y hacer cumplir las leyes del Fuero Juzgo, así como todos los fueros de cada una de las villas y ciudades del reino?
-Lo juro.
-Si así lo hiciereis, que Dios os lo premie. Y si no, que os lo demande.



A continuación, dirigiéndose a los asistentes, el obispo proclama:

-Escuchado el juramento, hacemos saber a todo el reino que queda proclamado rey de Castilla Don Alfonso Fernández, que reinará con el nombre de Don Alfonso VI.


A continuación, los nobles castellanos juran lealtad a su nuevo rey. Pero de pronto, una voz surge entre los asistentes:

-¡Un momento!














La jura de Santa Gadea I



En Santa Gadea de Burgos,
do juran los fijosdalgo,
allí le toma la jura el Cid
al rey castellano.
Las juras eran tan fuertes
que a todos ponen espanto.


Como ya comenté, la jura de Santa Gadea nunca tuvo lugar, pero los romances difundieron esta escena de la epopeya del Cid hasta el punto de que todavía hoy es uno de los episodios más conocidos de su vida. 


La imagen del Cid como un caballero altivo y desafiante (en un romance se dice que es "el soberbio castellano") es la que promocionaron los romances, frente a la imagen de hombre recto y afable que promocionó el Cantar de Mío Cid
En la película de El Cid la escena tiene lugar en el exterior, a la puerta de la catedral de Burgos, un magnífico decorado románico muy parecido a Santo Domingo de Soria. Aunque ficticia, como digo, la escena está muy bien lograda en la peli, con la tensión que logra Charlton Heston.


En realidad sí hubo una jura del rey Alfonso VI, pero la típica jura que cada rey realiza el día de su proclamación ante los nobles del reino (actualmente ante las dos cámaras de representantes). En España e igualmente en los antiguos reinos hispánicos, el rey no es coronado en una ceremonia en la que se le rinden honores, como por ejemplo en Gran Bretaña o Noruega, sino que es proclamado como tal por las cortes con la condición de que cumpla con la ley, cosa que el monarca jura hacer.
Pero se desconoce en qué lugar tenían lugar estas proclamaciones. Lo más seguro es que variase. La actual iglesia de Santa Gadea es gótica, por lo que no sirve como marco para una nueva reconstrucción de aquella escena del Cid. Ojalá Ridley Scott nos legara una nueva versión del Cid antes de morir: es el único actualmente capaz de hacerlo.
Revivir la escena con Playmobil no es difícil, pero sí en cuanto a las figuras. 




Aunque la escena es legendaria, sí he querido aproximarme, como en todos los posts dedicados al Cid, a la vestimenta de aquel siglo XI. 








El problema es que la mayoría de las figuras medievales civiles de Playmobil son más de la Baja Edad Media que de la Plena. Además, es difícil lograr vestimentas de nobles en tiempo de paz. En el caso de las damas escasean más todavía. Pero aquí está la jura de Santa Gadea:



Reconstruir una iglesia románica no es difícil con las piezas de steck. Me gusta mucho el efecto de los dos arcos seguidos en medio, como si fuesen las naves. La falta de luz, comprensible como forma de combatir este calor, no es tampoco extraña si tenemos en cuenta que la arquitectura románica tenía pocas ventanas y se buscaba sobre todo la penumbra para el recogimiento.


Sé que la heráldica no fue corriente hasta el siglo XII, pero me es imposible no aludir a los dos reinos de Alfonso VI, Castilla y León, tanto en estandartes como en vestimentas. En el uniforme de los guardias sí he intentado aproximarme más al siglo XI, teniendo también en mente a los guardias rojos del obispo de Aquila en Lady Halcón.






El portillo de la traición

El asesinato del rey Sancho II de Castilla está apoyado tanto en la historiografía como en la leyenda. Pero la primera solo menciona que fue asesinado por Bellido Dolfos, caballero leonés. La leyenda, por su parte, afirma que este personaje había sido pagado por la infanta Doña Urraca, que sufría el asedio de su hermano Don Sancho a su ciudad de Zamora, para asesinar a éste. De un modo o de otro, en la muralla de Zamora una placa recuerda todavía hoy el lugar por donde huyó el regicida: el Portillo de la Traición.


Pero ni la historia oficial ni las leyendas cuentan qué pasó con Bellido Dolfos después de matar al rey. En los comics de Hernández Palacios, Bellido es un advenedizo navarro sin escrúpulos que desea ardientemente matar a Don Sancho por haber provocado éste la ruina de un castillo que él consideraba de su propiedad. Por desgracia, Palacios falleció sin haber llegado a narrar la escena del asesinato.
En la película El Cid, Bellido es un siniestro personaje que ofrece sus servicios a Doña Urraca. Esta película es la única obra cidiana que sí inventa un final para el asesino: muerto a manos del Cid




Con Playmobil, tanto Rodrigo como Don Sancho están equipados ahora para la batalla. Es el año 1072. Hace días que ponen cerco a Zamora. El rey Don Sancho no se conforma con Castilla, entregada por su padre en herencia, sino que quiere reunificar los otros dos reinos: León y Galicia. Su hermano el rey Alfonso ha huido a la taifa de Toledo. Solo la ciudad de Zamora, heredada por su hermana Urraca y leal a Alfonso, se interpone en sus planes.




Un caballero se presenta en el campamento del rey. Dice llamarse Bellido Dolfos y conocer una puerta secreta para acceder a la muralla de Zamora. Ofrece al rey Sancho su ayuda y éste acepta seguirle. Seguido a su vez, eso sí, por el Cid.




Bellido se detiene y le indica con una seña al rey:
-Es por aquí, mi señor. Vos primero.



Don Sancho se adelanta. Bellido arroja la antorcha y saca un puñal. Rodrigo lo ve y desenvaina rápidamente su espada.





Pero Bellido es más rápido y apuñala a sangre fría al rey castellano.






Don Sancho grita de dolor y cae al suelo. Bellido emprende la huida hacia las murallas. Rodrigo se detiene para atender a su señor, pero de nuevo corre tras el asesino.






Bellido traspasa el portillo y se cree a salvo. Ha cumplido su misión matando al rey de Castilla y se ve ya como un héroe.




Pero entonces ve que el Cid ha entrado también. Ha oído hablar del valor del caballero de Vivar y sabe que nada le detiene. Su mirada lo dice todo.





La lucha es breve. Con el mismo cuchillo con el que ha apuñalado al rey, Bellido lucha, pero es inútil. La estocada de Rodrigo es certera. En unos segundos, el asesino se ha reunido con sus antepasados.






El Cid vuelve junto a su señor. Don Sancho gritaba confesión y un monje ha acudido a atenderle. El rey suspira sus últimas palabras y muere.


GRITOS DAN EN EL REAL
QUE A DON SANCHO HAN MALHERIDO
MUERTO LE HA BELLIDO DOLFOS
GRAN TRAICIÓN HA COMETIDO




El Cid y Sancho II

El rey Sancho II el Fuerte (no confundir con el rey navarro Sancho VII el Fuerte) juega un papel esencial en la vida del Cid. No solo es su señor, a cuyo servicio puso su padre Diego Laínez siendo un niño, sino un gran amigo y con quien se formará para llegar a ser el caballero que todos conocemos. La leyenda llevará la lealtad de Rodrigo Díaz de Vivar por su señor Don Sancho hasta hacer jurar al hermano de éste, Alfonso VI el Bravo, en Santa Gadea de Burgos (hecho que nunca tuvo lugar).
La película de El Cid, entre otros errores, no supo captar la personalidad del rey Sancho (encarnado por el actor Gary Raymond). 


Si bien sí refleja su enorme ambición (reunir los tres reinos repartidos por su padre Fernando I el Magno en uno solo), no muestra su amistad con el Cid. Únicamente comunica que Rodrigo sí será capaz de luchar en el torneo para disputar la ciudad de Calahorra y ruega a aquel antes de morir que se le reconozca como rey. En resumen, una visión muy vacía del personaje.
En el imaginario popular castellano, el rey Don Sancho siempre destacó con la imagen de un rey impetuoso, colérico, amante de la guerra. Tanto es así que se refleja en los romances su imprudencia al no cubrirse las espaldas previendo la traición de Bellido Dolfos en Zamora:

Rey Don Sancho,
Rey Don Sancho,
no digas que no te aviso.

Al mismo tiempo, se destaca la imagen de rey querido, encarnación de lo castellano, frente a su hermano Alfonso, que queda como el usurpador, el intruso, el leonés. Una vez más, Hernández Palacios supo plasmar muy bien esa personalidad en su obra El Cid frente al carácter frío y calculador de Alfonso, que más que el Bravo le deberían apodar el Político.


En esta imagen se recoge bien ese carácter y esas cualidades. Palacios le añade incluso pendientes para acentuar ese carácter fiero, heredado como dice el comic de su tío el rey navarro García III el Feroz.
Esa es la imagen que yo tengo más o menos del rey Don Sancho y es la que he intentado plasmar en esta escena del monarca cazando, acompañado del Cid. No le he puesto pendientes porque me parece exagerado. Debo señalar que a la hora de buscar vestimenta para los nobles medievales resulta difícil encontrar torsos que no tengan emblemas heráldicos, ya que si queremos ser puristas estos no aparecieron hasta el siglo XI. Pero independientemente de si queremos que estos emblemas aparezcan o no, no figurarían en una escena de caza. He intentado reunir una vestimenta tanto para el Cid como para el rey que sean acordes con ésta.





He querido mantener la cabellera negra de Don Sancho como movida al viento mientras porta firmemente el venablo. Un venablo dorado que no me convence, pero es el único que tengo por ahora.




Don Sancho , coronado ya como rey, ha invitado a sus leales a Oña, su tierra favorita, en la comarca burgalesa de la Bureba, y donde será enterrado. Allí la caza abunda y los perros de los monteros han encontrado un jabalí.