martes, 31 de octubre de 2023

Aparición

   "Abrí el escritorio y tiré del cajón indicado. Estaba lleno hasta el borde. Tenía que encontrar tres paquetes; sabía cómo reconocerlos y comencé a buscarlos.



   Abría desmesuradamente los ojos para descifrar las inscripciones, cuando creí escuchar o, mejor, creí sentir un rumor a mis espaldas. No me sorprendí pues pensé que era una corriente de aire que batía una tela. Pero, un minuto después, un movimiento casi imperceptible me produjo un desagradable escalofrío en la piel. Era tan tonto asustarse que no quise volverme hacia atrás, por pudor conmigo mismo. Ya había encontrado el segundo paquete que necesitaba y encontraba justamente el tercero, cuando un fuerte y penoso suspiro me hizo dar un salto enloquecido a dos metros de allí. Durante este impulso me volví hacia atrás, con la mano en la empuñadura de mi sable. Si no lo hubiera tenido a mi lado, seguramente hubiera huido como un cobarde.


  Una mujer alta vestida de blanco me miraba de pie, detrás del sillón donde yo estaba sentado un segundo antes.


Un intenso estremecimiento recorrió mis miembros y estuve a punto de caer de espaldas. ¡Oh! estos terrores espantosos y estúpidos resultan incomprensibles para quienes los experimentaron. El alma naufraga, el corazón deja de sentirse, todo el cuerpo se torna blando como una esponja. Diríase que nuestro interior se derrumba.
  No creo en los fantasmas, pero el horrible miedo de los muertos me hizo desfallecer. ¡Oh! he sufrido, en pocos instantes he sufrido más que en todo el resto de mi vida, angustiado por los terrores sobrenaturales.
  Si ella no hubiese hablado tal vez me habría muerto. Pero habló. Habló con una voz dulce y dolorosa que estremecía los nervios. No me atrevería a decir que me dominé. No. Estaba perdido al punto de no saber lo que hacía, pero esa especie de altivez que hay en mí, y también algo de orgullo profesional, me permitieron conservar una honorable compostura, casi a pesar mío. Posé para mí y sin duda para ella, fuera quien fuese, mujer o espectro. De todo eso me di cuenta más tarde, pues les aseguro que en el instante de la aparición no pensaba en nada. Tenía miedo.
  Dijo ella: 
"¡Oh! señor, usted puede hacerme un gran favor".


Quise responder, pero me fue imposible pronunciar una palabra. Un ruido impreciso salió de mi garganta.
  Prosiguió:
"¿Lo podrá hacer? Usted puede salvarme, curarme. Sufro horriblemente. Sufro, ¡oh! ¡sufro!"
Dije "¡sí!" con la cabeza, pues aún tenía la voz paralizada.
"Péineme, ¡oh! péineme, eso me curará. Es preciso que me peinen. Míreme la cabeza... ¡Cuánto sufro y cuánto mal me hacen los cabellos!"
 Me pareció que sus cabellos sueltos, muy largos y negros caían por el respaldo del sillón y tocaban el suelo.


¿Por qué lo hice? ¿Por qué recibí temblando el peine, y por qué tomé en mis manos esos largos cabellos que producían una atroz sensación de frío en la piel como si tocara serpientes? no lo sé.
  Esta sensación ha quedado en mis dedos y me estremece pensar en ello.
  La peiné. No sé cómo arreglé esa cabellera de hielo. La retorcí, la até y la desaté; la trencé como se trenzan las crines de un caballo. Ella suspiraba, inclinaba la cabeza, parecía feliz.
  De pronto me dijo: "¡Gracias!", me arrancó el peine de las manos y se fue por la puerta que yo había visto entreabierta.



Quedé solo y, durante algunos instantes, sentí esa turbación azorada que se tiene al despertar de una pesadilla."
Guy de Maupassant
 Aparición







Moncayo: el németon celtíbero

  Hace un tiempo hablamos del bosque de los Carnutes: el bosque sagrado para los galos. Comentamos que este era (actualmente está erigida encima la catedral de Chartres, otro lugar que sigue recogiendo la magia y el misterio) uno de los németons de los celtas: lugares sagrados de encuentro para varias tribus. Y también comentamos que había que dedicar un post al Moncayo: el németon celtíbero.


   El Moncayo es un monte de 2314 m de altura que separa las provincias de Soria y Zaragoza y, por lo tanto, Castilla de Aragón. El nombre fue dado por los romanos por sus nieves casi permanentes en la cima: Mons Caius, es decir, encanecido por las nieves. 
 El Moncayo entra en la historia a través de la batalla a cuyo pie fue entablada entre las tropas romanas del pretor Graco y los celtíberos en el año 179 a.C. Estos últimos fueron derrotados y el valle, poblado de cadáveres, se convirtió en una zona de muerte y superstición. Este parece ser el origen del nombre del puerto del Madero, zona que conecta las dos provincias: Vadaverum, es decir, cadaverum, "cadáveres". El hallazgo de armas y yelmos celtíberos confirman el enclave de esta batalla.



El carácter sagrado del Moncayo queda confirmado a través del poeta romano Marcial, quien habla de un Sanctum Buradonis Illicetum, es decir, el "bosque secreto de Burado". Este Burado se identifica con el municipio soriano de Beratón. Los ancianos del lugar recuerdan la existencia de un bosque ancestral, tan frondoso que el ganado podía refugiarse allí. Los restos de enormes robles confirman dicha existencia.
  Los celtíberos, como pueblo celta (no lo olvidemos), unieron en el Moncayo su culto a dos elementos naturales distintos: al monte y a los árboles.


   Vayamos con el primero. Los pueblos y tribus celtas construyeron (o aprovecharon de épocas anteriores) dólmenes y túmulos imitando a las montañas. Podemos nombrar Emain Macha, y Knowt, en Irlanda; Bryn Celli Ddu y Maeshowe, en Gran Bretaña o el de Glauberg, en Alemania. Durante la Edad Media se creía que esos túmulos eran la puerta de entrada al reino de las hadas y por eso eran conocidos como “colinas de las hadas”. 



    Los cultos a montes sagrados son comunes en las culturas indoeuropeas y en las orientales. Algunos expertos apuntan a que estos montes son herederos del monte Meru. Esta montaña mítica de la religión hindú es el hogar de los dioses y es tan alto que nadie puede escalarlo. A pesar de ello, los hindúes sitúan el monte Meru en el Himalaya, donde se encuentran también los reinos legendarios de Agharta, Sangri-La, el reino del Preste Juan o el Reino de las Nubes Permanentes. Para otros, el monte Meru no es algo físico, sino espiritual.


    De un modo o de otro, el monte Meru tiene similitudes con el Olimpo de los dioses griegos o las montañas de Kii en Japón. Además, todos los templos hindúes representaron de algún modo en sus pirámides encumbradas hacia el cielo el monte sagrado, con el deseo de alcanzar la plenitud, la sabiduría, escalar el hogar de los dioses. Así, el templo va sustituyendo al monte, lo artificial reemplaza a lo natural, pero mantiene su significado sagrado. 
El culto al Moncayo se puede interpretar como lugar sagrado en sí mismo, como monte ancestral, la “montaña madre”, el mismo carácter sagrado que poseía también el Duero. Sería, por lo tanto, una forma de animismo que habría persistido desde la etapa animista prehistórica o bien un panteísmo evolucionado. Al mismo tiempo, el Moncayo también se puede analizar como la conexión con un dios o dioses. Así, el viejo monte cano sería también el lugar de culto de una diosa, pues en la ladera aragonesa se encuentra el santuario de Nuestra Señora del Moncayo. Esto nos lleva a relacionarlo con las diosas celtíberas y la sustitución de éstas por la Virgen María. 


El santuario de Nuestra Señora del Moncayo, en la ladera aragonesa del monte. Lo sagrado pervive siglos después.





¿Es el culto a la Virgen del Moncayo heredero del culto a las diosas celtíberas (Epona, Ataecina, etc.)?



Al mismo tiempo, hay que recordar el paso del dios Lug a los grecorromanos Mercurio y Hermes y, ya en época cristiana, a San Miguel. Y si tenemos en cuenta que uno de los circos glaciares u hoyas del Moncayo recibe el nombre de San Miguel, la conexión con el dios celta se refuerza. 
En cuanto al culto a los árboles, han quedado registros del aprecio que los celtas tenían por los robles, hayas, tejos, alisos, etc. El roble era sagrado tanto en Britania como en Germania. El tejo era el árbol por excelencia para las tribus de la cornisa cantábrica debido a su longevidad. Lo valoraban, por lo tanto, como un símbolo de eternidad. Las reuniones se celebraban en torno a los tejos. Muchas ermitas y santuarios cristianos se construyeron junto a ellos como herencia de aquellas creencias. Según Lucio Anneo Floro, los galaicos, astures y cántabros empleaban las bayas venenosas de los tejos para suicidarse en el caso de que fuesen derrotados.


Tenemos, por lo tanto, consolidada la idea del Moncayo como németon, pero aún hay más. Se cuenta que el hierro con el que los habitantes de Numancia fabricaban sus armas provenía del Moncayo. La villa soriana de Ólvega, al pie del Moncayo, debe su nombre al vascuence olaveaga: "herrería".
En época romana, el Moncayo fue identificado con el lugar donde Hércules derrotó al gigante Caco y lo sepultó. En época cristiana, el sentido reverencial del monte sagrado se tornó en superstición. Los druidas y sacerdotisas de los tiempos celtíberos quedaron convertidos en la brujería. Junto al Moncayo existen dos lugares con tradición de brujas: Trasmoz, en el lado aragonés, y Muro de Ágreda, en el lado soriano. 
Las ruinas del castillo de Trasmoz eran el punto de encuentro para los aquelarres. Se llegó incluso a fabricar allí moneda falsa. El monasterio de Veruela (en el término de Vera de Moncayo), de quien eran feudatarias las poblaciones de la zona, interpretó estos hechos como un desafío a su autoridad. En 1255 el abad de Veruela consiguió que el papa Alejandro IV dictase la excomunión contra toda la población de Trasmoz. En la actualidad dicha excomunión todavía no ha sido revocada por la Santa Sede, por lo que convierte a Trasmoz en el único pueblo excomulgado de toda España.



Gustavo Adolfo Bécquer y su hermano Valeriano conocieron estas historias en su estancia en el monasterio de Veruela. Bécquer habla de las brujas en su Carta VIII de Cartas desde mi celda, así como de los poderes mágicos en La corza blanca y de los seres fantásticos del Moncayo en El gnomo. La tradición de las brujas sigue presente mediante festivales tanto en Trasmoz como en Muro (cuando se acerca el Samhain, el Halloween original celta). 


La idea del Moncayo como lugar de minas de hierro está presente también en las leyendas, concretamente en la de San Martinico. Tal como se recoge en el municipio zaragozano de San Martín de la Virgen del Moncayo, San Martinico robó a ciertos gigantes que vivían en el monte el secreto de la forja de los metales. Por otro lado, "martinico" era también el nombre de ciertos duendes de la superstición popular española. Y pensemos que los gnomos, vinculados con el Moncayo, están relacionados con las minas.



 La superstición en torno al Moncayo no termina ahí. En el Madero se encuentran las ruinas de un monasterio templario llamado San Adrián. Al igual que sus colegas del monte de las Ánimas de Soria, se cuenta también que los fantasmas de los monjes-guerreros salen de sus tumbas. En Trévago, también en la comarca del Moncayo, se habla de profundas simas donde ha desaparecido gente en busca de misteriosos tesoros y otras donde se escuchan voces lastimeras... En el mismo Trévago, un rayo de sol ilumina el rostro de San Ramón Nonato en su altar de la iglesia parroquial cada solsticio de invierno. El culto a San Ramón es heredero de las diosas de la fertilidad, pues se le invocaba en los partos. En el interior de la iglesia se celebra el Baile de la Virgen, con todos los rasgos de un baile ritual prerromano ¿Casualidad?


Otra leyenda sobre el Moncayo nos conecta con su pasado prerromano. Un rey tenía tres hijos, a cada cual más egoísta y conflictivo, que andaban todo el tiempo en fieras disputas. Cansado, el rey lanzó una maldición sobre ellos y los convirtió en montes, de manera que estuviesen siempre inmóviles, separados, pero siempre viéndose los tres. Estos montes eran el Moncayo, el Ocejón y el Alto Rey, estos dos últimos en la provincia de Guadalajara. Tanto el Ocejón como el Alto Rey tienen registros de pasado celtíbero.

 La conexión ancestral entre los tres montes resulta evidente. Quizá no sea casualidad que el día de la Santísima Trinidad, el domingo siguiente a Pentecostés, se celebrase antiguamente una procesión al Alto Rey. Tres. El Moncayo está compuesto a su vez por tres picos. La triada capitolina (Júpiter, Juno y Minerva) protegía Roma. Los dioses egipcios solían agruparse también en triadas. Tres son las diosas que marcan el paso al más allá: las Moiras, en la mitología griega; las, Parcas, en la romana, y las Nornas, en la escandinava-nórdica. También son tres diosas las que asisten a los guerreros celtas: blanca, roja y verde. La tradición popular convirtió a estas tres diosas del destino en hechiceras, dando lugar al cuento de Las tres hilanderas y a las tres brujas de Macbeth.

Las triadas sagradas tuvieron especial arraigo en las religiones celta y germana y más tarde, por asimilación, también en la romana. Fueron las llamadas Matres, siempre agrupadas como tres diosas. En la provincia de Soria han sido halladas estelas con referencias epigráficas a las Matres en Yanguas, pero resulta más interesante hallarlas también en Ágreda (con el nombre de Matrubos), al pie del Moncayo. Dicha estela se encontró en relación con una fuente de aguas sulfurosas con propiedades curativas ¿Casualidad?


Todo esto (arqueología, leyendas, folklore, tradiciones, supersticiones, etc.) nos indica una misma cosa: que el pasado sagrado del Moncayo pervive.
















Juramento de la princesa Leonor

 LEONOR DE BORBÓN Y ORTÍZ, PRINCESA DE ASTURIAS, JURA LA CONSTITUCIÓN ANTE LAS CORTES GENERALES Y EL SENADO



¡VIVA NUESTRA PRINCESA!
¡VIVA ESPAÑA!


lunes, 30 de octubre de 2023

Reunión de jefes

 En la Galia, varios jefes de tribus celtas se reúnen para tomar importantes decisiones:








Allí han acudido los jefes de los arvernos, alobroges, parisios, lemovices...







En la reunión, acuerdan permanecer unidos contra los invasores romanos:







domingo, 29 de octubre de 2023

Perceval y el Grial III


 Cuando los caballeros de la Tabla Redonda se alejan, Perceval regresa junto a su madre:

-¡Madre, madre! He encontrado a unos caballeros en el bosque. Los tomé por ángeles, pero ellos me han dicho que son caballeros del rey Arturo.


  La madre de Perceval se horroriza al escuchar esto. Ella había criado a su hijo con el propósito de que no conociese otra cosa que el campo, el bosque y la caza. Tras haber perdido a dos hijos en la guerra, había intentado todo este tiempo que Perceval se mantuviese alejado de todo lo que tuviese que ver con caballeros y batallas.



  El muchacho le relata toda su admiración por aquellos caballeros y su deseo de unirse a aquella extraordinaria hermandad de la Tabla Redonda. Sí, desea partir hacia Camelot y convertirse en caballero.


  Su madre se entristece y le prohíbe que parta para alcanzar su sueño. Perceval insiste, pero ella se niega. El muchacho insiste sin descanso durante días, semanas. Y finalmente, la madre, a su pesar, le permite partir.


  Con lágrimas en los ojos, despide a su hijo. Perceval no ha tomado más equipaje que su querido venablo. Su madre le da unos valiosos consejos:
-Sé prudente. Sirve con honor al buen rey Arturo. Nunca hagas preguntas, aunque no comprendas nada de lo que veas. Defiende a los débiles y rescata a las doncellas en peligro. A cambio, ellas te darán un beso y te entregarán un anillo.


  Perceval promete cumplir con todo ello y parte de inmediato. Se despide de su madre alegremente. Ella se queda llorando desconsolada mientras el joven galés parte hacia Camelot.





jueves, 26 de octubre de 2023

Abdicación de Napoleón


Fontainebleau, cerca de París, abril de 1814. Los ejércitos austriaco, prusiano y ruso cercan la capital del imperio. Los sueños de grandeza de Napoleón se han truncado. Sus mariscales le ruegan que abdique: no queda otra opción. Así se lo comunica el mariscal Ney.



Napoleón no está nada convencido. No puede creer que todo lo que ha construido desde que llegó al poder hace 15 años quede destruido ahora por sus enemigos. Es demasiado para quien se creía invencible, para quien se creía el nuevo César. 




Pero, finalmente, cede. Toma la pluma y firma el documento de abdicación. 




Sus enemigos le han permitido exiliarse a la isla de Elba con cuatrocientos soldados como guardia. El Águila Implacable, el tirano que ha dominado media Europa, contempla su propia caída. 
¿Será Elba su destino definitivo?








 

lunes, 23 de octubre de 2023

Drug-Store

   Este verano compré el drug-store del oeste, una joya de los años 70-80 que quería desde hace tiempo. Le faltan algunas piezas, pero trae a la figura original. Las piezas que faltan quizá pueda conseguirlas en alguna feria:



Yo he hecho mi propio diorama con otras figuras y accesorios:


La verdad es que es un lujo tener esta tienda para ampliar mi pueblo del oeste:






sábado, 21 de octubre de 2023

A la conquista del imperio inca

  Perú, 1531. Tras haber sido aprobada por la emperatriz Isabel en Toledo, Pizarro inicia la conquista del imperio inca. 


  Acompañado por su socio Diego de Almagro y sus capitanes, Pizarro, que ya había explorado la costa con anterioridad, da las órdenes para avanzar hacia el interior del Perú:


Los españoles avanzan por las montañosas tierras del imperio inca. Pastores y agricultores los observan: ¿es este el regreso de Viracocha, el dios sol, del que se decía que tenía piel blanca y barba?


Los incas ponen en funcionamiento la red de comunicación del imperio mediante los quipus: objetos de cuerdas de lana de llama que almacenan información.


La conquista del imperio inca no ha hecho más que empezar.







Playmoexclusivos: Beefeater

   Hoy traemos un Playmoexclusivo muy curioso: el beefeater. No lo conocía hasta que lo vi en la última feria de Madrid, que ya no se hace en el Paseo de la Ermita del Santo, sino en Aluche
  El beefeater de Playmobil es una iniciativa de la juguetería Hamleys de Londres. Es una figura muy interesante, con los detalles de la indumentaria típica de esta guardia especial de los reyes de Gran Bretaña, vinculada a la Torre de Londres.





Ya intentamos desde Playmoguardian componer un beefeater en la entrada dedicada a los cuervos de la Torre de Londres. Se agradece que saquen esta chistera corta, mucho más parecida a la los beefeaters reales.
  El término beefeater significa literalmente "comedor de carne de ternera". Se cree que esto se debe a las raciones de carne de vaca que se les daba como guardianes de la Torre. La vestimenta proviene de la época isabelina:


Aquí el beefeater con una alabarda en lugar de la especie de hacha con la que viene:


Y aquí como guardián de la difunta Isabel II: