miércoles, 7 de septiembre de 2022

La sombra del rey Arturo

   En entradas anteriores hemos hablado del rey Arturo histórico. El que fuera un dux bellorum, un señor de la guerra romano-britano del siglo VI, tal como podemos extraer de las fuentes medievales, se convirtió más tarde en el legendario rey que todos conocemos. Pero de un modo o de otro, por muy señor de la guerra que solo fuese, tuvo que destacar de modo asombroso entre los ingleses para haber trascendido tanto. Arturo tuvo que destacar por algo más que liderar la lucha de resistencia contra los invasores sajones. Su liderazgo tuvo que ser esencial para otorgar una identidad a los romano-britanos huérfanos de Roma y huérfanos, al mismo tiempo, de la Britania ancestral. Algo que forjó también la identidad de los ingleses que les sucedieron en los siglos posteriores.


   En otras palabras: si Arturo no fue oficialmente rey, sí tuvo que serlo a los ojos de las gentes de aquella época remota. Si tras la marcha de los romanos Britania estaba dividida en reinos, algo hubo que los unió: una guerra contra el invasor. Una guerra liderada por un caudillo: Arturo. Por eso, si Arturo lideró la guerra, con esa misma acción ya lideró Britania.
  Dicen que el rey Arturo no fue más que un caudillo idealizado. Pero tengamos en cuenta otra cosa: solo se idealizan las cosas buenas. Idealizar es poner a 300 algo que ya está a 100. Por eso, algo extraordinario tuvo que ser Arturo para ser puesto en tal pedestal.

  El rey Arturo es un personaje fundamental de mi infancia. Mi pasión por la Edad Media se la debo en parte a él. Y a Merlín el encantador (1963) le debo mi descubrimiento de Arturo:


  A través de esta película empecé, aun siendo muy pequeño, a interesarme por la historia de Inglaterra, junto con Astérix en Bretaña y Robin Hood (1973). Mi madre, profesora de inglés, y que además vivió un tiempo en Londres, al ver mi interés, me contó historias de aquellos tiempos: de Robin Hood, de Ricardo Corazón de León, de Guillermo el Conquistador, de la Torre de Londres, etc. En mi mente, iba ordenando (e imaginando) todo aquello, junto con los libros de Viaje por el corazón de la Edad Media y El castillo, además de Playmobil (¡por supuesto!), visitas a castillos en ruinas... Así, situé al rey Arturo, no solo como a un gran rey guerrero, señor de una corte fantástica de caballeros y doncellas, sino como el primer rey de Inglaterra. Todos los reyes de Inglaterra serían, por lo tanto, herederos de él.
  La pregunta es: ¿creen también esto los ingleses? La respuesta es: Sí. El recuerdo del rey Arturo ha seguido vivo a lo largo de la historia de Gran Bretaña.
  A finales del siglo XII, cuando la leyenda de Arturo era ya inmensamente popular, los reyes de la casa de Plantagenet necesitaban un símbolo que hiciese que su sangre normanda, despreciada por los anglo-sajones, les uniese a ellos. Y así, invocaron el recuerdo de Arturo, admirado por éstos, aunque fuese su enemigo en aquellos siglos oscuros en los que luchó contra ellos. Y así, aseguraron haber encontrado los restos de Arturo y Ginebra en la abadía de Glastonbury:


    Durante toda la Edad Media inglesa Arturo fue el emblema del rey perfecto. Se extendió la creencia de que cuando moría una persona honrada, que hubiese realizado grandes hazañas por el bien de la nación, su espíritu iba a reunirse directamente con el rey Arturo. Los reyes ingleses lo tuvieron como un espejo en el que mirarse, un modelo al que aspirar. En realidad, da la impresión de que todos los reyes de Inglaterra, hasta la actualidad, creyesen de algún modo que están ocupando de manera temporal el trono del rey Arturo.
    En Gales, la tierra de donde surgieron tanto Arturo como su leyenda, seguían creyendo en el regreso mesiánico de aquel rey. Creían que solo un galés podría volver a unir a Britania. El castillo de Caernarfon se convirtió en emblema de la profecía:


   Los Plantagenet creyeron en esta profecía en sus campañas para anexionar Gales y Escocia. La crisis llegó con la Guerra de las Dos Rosas y la profecía resurgió: solo un galés podría volver a unir a los britanos. Y ese galés fue Enrique VII. 
   Enrique VII creía tanto en la profecía, que al fin y al cabo le había otorgado el trono de Inglaterra, y admiraba tanto al rey Arturo que creía firmemente que él mismo era descendiente del gran rey. Por eso, llamó Arturo a su primogénito, con la esperanza de que fuese un símbolo para una nueva era de paz: si el rey Arturo construyó Britania, el nuevo Arturo sería el primero de la nueva era.



 Pero ¿sería entonces "Arturo II"? De ser así, se contaría al rey Arturo oficialmente como rey. Y si reinase como "Arturo I", entonces el legendario rey quedaba borrado. Nunca sabremos cómo habría reinado este Arturo Tudor, porque murió siendo todavía Príncipe de Gales.
  La profecía del regreso del rey Arturo siguió presente en los siglos posteriores. Recordemos por qué los cuervos de la Torre de Londres no pueden abandonar la fortaleza, en la creencia popular: porque la Corona se derrumbaría, el país sería invadido y porque uno de aquellos cuervos podría ser el propio Arturo.




   El siglo XIX, el Romanticismo, recuperó muchas de las leyendas artúricas y volvió su mirada a aquella asombrosa Edad Media. El poder alcanzado a nivel mundial por el Reino Unido en la era victoriana buscaba un emblema en el pasado: Arturo. Los artistas románticos y prerrafaelitas tuvieron en las leyendas artúricas un referente constante:




 La reina Victoria llamó Arturo a uno de sus hijos en recuerdo del legendario rey:


  



 Tampoco este Arturo llegó a reinar. En realidad, parece que ningún monarca lleva el nombre del fundador de su monarquía. Ningún papa ha elegido el nombre de Pedro (en realidad todos los papas son Pedro: "Tú eres Pedro"). Ningún rey de España ha recibido el nombre de Pelayo desde el siglo VIII. Si el rey Arturo fue el primer rey de Inglaterra, parece que no conviene que haya otro con ese nombre: el "rey que fue y que será" solo puede ser uno.
  A pesar de esto, el recuerdo del rey Arturo continuó como emblema de resistencia contra todo invasor. La reina Isabel II decidió que su heredero, el príncipe Carlos, llevase entre sus nombres el de Arturo. Si llega a reinar, podrá elegir el que desee de entre ellos. Los otros son Jorge y Felipe ¿Será "Carlos III", escogerá "Jorge VII" en honor a su abuelo o escogerá "Arturo I o II"?



   La sombra del rey Arturo sigue ahí, porque su difunta esposa, la princesa Diana, no quiso llamar a su primogénito "Arturo", como deseaba su padre. Lo llamó, en su lugar, Guillermo. La década de los ochenta, en la que nació el príncipe y actual duque de Cambridge, supuso un despertar del patriotismo británico. El cine, la literatura y en general la cultura popular inglesa volvieron a mirar a aquel rey del pasado como emblema de la grandeza de la nación. Era la década de Margaret Thatcher y la Guerra de las Malvinas y el "regreso" de Arturo no era casualidad. Sin embargo, la princesa de Gales rechazó ese nombre para su hijo.


  ¿Por qué? Quizá Lady Di quiso preservar el recuerdo del rey Arturo para que solo hubiese un Arturo en la historia de Inglaterra. Ella creció leyendo cuentos de hadas e historias románticas. Apartada de su madre, Diana odiaba a su madrastra y trabajaba como chica de la limpieza para su hermana. Así, la prensa tuvo el cuento de hadas que quiso promocionar hasta la saciedad. 



 Un cuento de hadas que se convirtió en tragedia. Diana tuvo seguramente entre sus lecturas las historias del rey Arturo, sin saber que acabaría como otro personaje artúrico: la Dama de Shalott. Quizá no sea casualidad que la princesa Diana fuese enterrada en una isla en un lago, igual que (según la otra leyenda, la de Avalon) el rey Arturo...
  Así, de un modo o de otro, la realeza, el pueblo llano y, en general toda la nación británica, mantiene vivo el recuerdo del rey Arturo. Para algunos, un simple atractivo turístico; para otros, un rey de un pasado remoto. Y para otros, el emblema de la grandeza de la nación.









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