miércoles, 3 de abril de 2024

Feria

  Hacía tiempo que me habían recomendado el libro Feria de Ana Iris Simón, pero hasta hace unos días no lo había leído. Me animó sobre todo por dos cosas: la idea de evocar la infancia en un pueblo y la polémica generada en torno al libro.
  ¿Y por qué tanta polémica? ¿Qué puede haber de ofensivo o provocador en las reflexiones de una chica sobre su vida en Ontígola (Toledo) y Campo de Criptana (Ciudad Real)? Pues nada, en mi opinión. Pero para algunos lo que ha sido ofensivo o provocativo ha sido, precisamente, eso: que Ana Iris envidia la vida de sus padres cuando tenían su edad (30 y pocos años). Y eso, envidiar a unos carteros que tenían un adosado en Ontígola, que compraban en el mercado de Ocaña y que disfrutaban en la feria, en la que participaban sus abuelos feriantes, es una amenaza para el mundo urbanita, giliprogre, adanista, supersensible, de patinete y metro, healthy y ecofriendly. 

 Y además la nostalgia, verdadera protagonista de este ensayo, es nociva para esos ofendidos (a no ser que se trate de épocas que ellos no han vivido, como la 2ª república...) ¿Y por qué la nostalgia es algo tan peligroso para ellos? Muy sencillo, porque pone su mundo en cuestión, porque la nostalgia es un niño (no olvidemos que el Espíritu de las Navidades Pasadas es un ser con aspecto de niño y anciano a la vez) que se atreve a decir que el emperador va desnudo. Y contra esta situación, esos urbanitas adanistas utilizan su palabra estrella: fascista. 
  Quien lea Feria (me refiero a una mente normal, neutral y, sobre todo, que ya haya leído otros libros) no encontrará ningún argumento que sostenga esta acusación (el apelativo puesto por ciertos medios digitales era, concretamente, "neofascista"). Nombrar a Ramiro Ledesma, fundador de las JONS junto a Onésimo Redondo, no te convierte en fascista. Y mucho menos tener nostalgia de una época (los años 90) en la que había democracia y Franco llevaba veinte años muerto y enterrado. Pronto, Don Quijote, a quien también se nombra, será también algo fascista... Esas mentes tan cortas no reparan en que, tras esa nostalgia (la cual comparto), Ana Iris pretende decirnos solamente: "¡Despertad! Busquemos las herramientas, las estructuras que puedan hacer que gente de veinte a cuarenta años pueda comprarse una casa propia, no tener que estar compartiendo piso eternamente, poder tener hijos y mantenerlos..." Porque será algo superguay para aquellos que, como Ana Iris, ansiaban vivir en Malasaña y ver como lo más normal del mundo que en el telediario digan "ocupa lo mismo que el Parque del Retiro" aunque no vivas en Madrid, pero no vas a tener eternamente veinte años.
  Tras las anécdotas entrañables, familiares, que nos relata Ana Iris, hay una crítica al extraño fenómeno conformista de nuestros días: la extraña alianza entre capitalismo y progresismo. El primero alimenta al segundo con las cosas supercaras que el segundo necesita. Y, sobre todo, la idea de la familia, tema que tanto para el primero como para el segundo crea horror. Para el primero, porque el consumidor perfecto tiene que ser soltero (el ahorro que supone una familia es enemigo suyo). Para el segundo, porque la familia supone vivir inconscientemente como sus padres y eso es imperdonable para el adanismo. Y Ana Iris reivindica la familia como algo para poner en valor, como algo que crea vínculos. Pero vínculos de verdad, sinceros, por muy diferentes que tus parientes sean a ti. Es lo que Ana Iris descubrió en Malasaña: estaba con gente de su edad, pero realmente no tenía nada en común con ellos. En su pueblo habrá poca gente de su edad, pero sí comparte mucho más con ellos.
  En definitiva, motivos de "peso" para que Feria sea polémico. Y una vez aclarada esa "polémica", paso a hablar de todo lo que transmite. Feria es un canto a la infancia feliz, en la que también entran los sueños nunca cumplidos, el Actimel que llevaban al cole las otras niñas y Ana Iris no porque su padre decía que era una chorrada. Las comidas familiares, los juegos con sus primos, el discurso trascendente del padre o la abuela en tal o cual sitio importante para la familia... Y da igual que sea en Toledo o La Mancha o Aranjuez. Los que crecimos en los 90 podemos ver todo ello con los mismos ojos que Ana Iris. Y no puedo menos que dar la razón al poeta Rainer Maria Rilke cuando dijo "la patria del ser humano es su infancia". 
   Que las anécdotas de una familia manchega, la mirada al mundo rural y de la infancia, hayan podido no solo hacerse un hueco en el panorama actual, sino además vender más de diez ediciones es un logro enorme. Y, si es un logro, lo es también para poder decir sin miedo, como Ana Iris, que el sistema ha fracasado, que el emperador va desnudo, que nos importa más decir "ellos y ellas" a que se pueda construir un futuro. 
  Feria ha conseguido eso. Y se disfruta como una novela. Deja una sonrisa, deja muchas sensaciones, porque habla de muchas cosas sin tener que decir mucho. 








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