Si me preguntaba cómo es posible que Stranger Things, una serie ambientada en los años 80, con guiños a películas como Los Goonies, E.T., Los cazafantasmas o La historia interminable, que parece una mezcla de las motivaciones de Spielberg y de Stephen King, que juega con la mecánica cuántica, haya podido gustar tanto a tanta gente (me incluyo), de generaciones distintas, cuando algunas de las cuales ni conocen esas referencias, ahora me hago otra pregunta, en este caso acerca de A little romance (1979).
Esta película (muy) olvidada de George Hill (director de El golpe y Dos hombres y un destino), que fue la primera aparición de Diane Lane en el cine, me hace preguntarme ¿Cómo es posible que una película de los años 70, en París, con un chico francés que se enamora de una chica americana, hijastra de un directivo de una multinacional, haya podido transmitir tan bien la idea del amor? Es decir, para alguien como yo, que ni vivo en los 70, ni en París, ni tengo 14 años, y con escasas posibilidades de conocer a la hijastra de un directivo americano.
Para empezar, el amor es el tema más repetido en el cine (está presente en el 97 % de las películas) ¿Por qué entonces, después de haberlo visto tratar tantas veces, esta es, sin embargo, y a día de hoy, 2025, una de las que mejor me parece que lo han plasmado? Y no solo el amor con los 14 años que tienen los protagonistas, sino a cualquier edad. Como decía el tío de Fanny y Alexander en su emotivo discurso final, "tomadlo como queráis", pero es un hecho: yo sigo teniendo la misma sensación que cuando tenía 14 años.
Y de cualquier película de los 70 podríamos decir "cómo ha envejecido". Claro, acostumbrados a muchos efectos digitales, pero con argumentos pobres y mediocres, como es la tendencia hoy, claro que ha envejecido. Ver a Lauren (Diane Lane) llamando desde una cabina de teléfono, claro que ha envejecido. Pero si una película de los 70 ha logrado plasmar tan bien la idea del amor ¿Qué más da?
En A little romance, que es también un homenaje al propio cine, incluido el cameo del actor Broderick Crawford interpretándose a sí mismo, y una crítica a los directores snobs, hay una escena que plasma a la perfección esa idea. Lauren, se despide de Daniel (Thelonius Bernard) en el metro con un beso.
Daniel se queda alucinado durante unos segundos. Lauren se despide sonriente desde dentro del vagón.
Mientras el tren se aleja, Daniel sonríe, como si no mirara a ningún sitio. Conozco bien esa sensación. Parece que ya nada importa alrededor más que él y su chica. Y comienzas luego a mirar el mundo con otros ojos. Una felicidad que embarga, inexplicable. Todo parece bueno alrededor. Y la sensación de que tú eres, de pronto, también, un poco mejor. Sí, el amor te hace ser mejor persona.
¿Cómo alguien puede hacerme sentir tan grande? Y crece el deseo de volver a ver a la chica al día siguiente. No puedes esperar. Y cuando la ves de nuevo, tras las horas que han pasado, aunque sea de espaldas, crece esa sensación. Y piensas: "esto es el verdadero oro". O "formidable!", como dicen en la película.
¡Qué gran verdad la canción de La Bella y la Bestia! "Nace una ilusión, tiemblan de emoción".
Una sensación que vive por sí misma. Un sentimiento tan sincero que ya solo por eso es extraordinario. Miras a la chica y piensas: sí, (como en Entre tú y yo, la canción de El Norte) "es la chica de mi vida, es el sueño que buscaba". Y piensas que es única, que es la chica más guapa que has conocido, la más interesante, más que todas las que te han gustado antes.
Y piensas ¿Cómo podré atesorar este momento? E incluso antes de que Lauren besara a Daniel, este ya tiene esa sensación.
¿No es la misma que tenían Jim y Pam en The Office? ¿Acaso lo que tienen ellos no es lo que querríamos todos?
Aconsejados por Julius (Laurence Olivier), un excéntrico "jubilado" que presume de haber sido diplomático en Washington, Daniel y Lauren emprenden un viaje a Venecia. Su objetivo: besarse en una góndola bajo el Puente de los Suspiros justo al atardecer, cuando suenen las campanas del Campanile. Según Julius, si lo hacen, su amor durará para siempre.
Lo curioso es que, después de haber seguido a los protagonistas durante toda la película, esta idea de la "leyenda" del puente veneciano, aparentemente tan ñoña y propia de una producción barata (véase las películas alemanas de siesta de domingo de TVE), no lo es, sino que encaja bien en la atmósfera de todo el film.
Amor profano, amor sacro. Siempre se han separado ¿Por qué no unirlos? ¿No se desprende eso de la mística de San Juan de la Cruz? ¿No fue la sensación de pasar por ciertos momentos de la vida de Cristo lo que me hizo vivir el mágico mes de marzo del año pasado (en serio, ¿de verdad ha pasado ya un año?) en Valdeluz, con la sensación de que estaba formando parte de algo más profundo y trascendente?
¿Por qué no ver el amor a una chica como un regalo, un regalo también desde el punto de vista cristiano, porque, como he dicho, te hace ser mejor persona?
Sí, todo eso me transmite A little romance. Y si sigo viviendo esa sensación ahora que ya no tengo 14 años es porque, algo tan sencillo, que ha movido el mundo durante siglos, es también, algo extraordinario.
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