Duque de Alba

   Países Bajos, 1566. La situación económica en España obliga a subir los impuestos. Los líderes de la nobleza, calvinistas en su mayoría, se niegan a cubrir los gastos de un ejército extranjero. Exigen a Margarita de Parma, gobernadora de los Países Bajos, que se bajen los impuestos y que se ponga fin a la labor de la Inquisición. Meses después, estalla una oleada de violencia calvinista, que destruye iglesias e imágenes religiosas. Felipe II es informado de la rebelión y envía a uno de sus mejores generales: Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, duque de Alba.

    El duque llega a Bruselas e instaura el Tribunal de Tumultos para castigar a los flamencos rebeldes. El rey le nombra gobernador en sustitución de Margarita de Parma. Guillermo de Orange, el principal líder de la rebelión, consigue huir. La represión llevada a cabo por el duque de Alba dio comienzo a la extensión de la leyenda negra antiespañola por Europa. Se cree que las ejecuciones fueron entre 500 y 800, pero la propaganda rebelde las convirtió en unas 200000.

     Esta propaganda convirtió al duque en un monstruo español sediento de sangre. Los flamencos protestantes (los holandeses, por extensión), se referían a él como al Hombre del Saco para asustar a los niños: "Duérmete o vendrá el duque de Alba".

   ¿Fue tan terrible el duque de Alba? Lo cierto es que la mayor parte de los miembros del tribunal eran flamencos, que conocían mejor la situación que unos españoles que acababan de llegar a Bruselas. Los flamencos católicos apoyaron al duque, los flamencos protestantes huyeron al norte, por lo que se fue conformando ya las diferencias: Flandes (y, por extensión, toda Bélgica), católica, al sur. Holanda, protestante, al norte. 

    Para la mayoría de los historiadores, apartados de la propaganda rebelde, el duque de Alba fue un gran general y un hábil estratega.