La semana pasada el programa La Noche del canal 24 horas trajo de invitado al historiador mejicano Juan Miguel Zunzunegui, divulgador de la historia de la conquista española de América, especialmente la de México, y gran combatiente contra la Leyenda Negra.
Zunzunegui no solo contó la historia real de la conquista de Cortés, relatada en su último libro, Al día siguiente de la conquista, sino que remarcó la verdad a la que ya nos hemos referido en otras entregas de esta sección: la conquista fue el resultado de la alianza entre los españoles y los pueblos mesoamericanos contra la tiranía azteca.
El historiador mejicano tuvo que hacer frente al discurso del presentador del programa, Xabier Fortes, representante del sanchismo y su buenismo antihistórico. Personaje que ya ha demostrado ser el peor moderador de España junto a Silvia Intxaurrondo. Fortes atacó con los típicos tópicos: fuimos a matar, hubo abusos, etc. Zunzunegui contraatacó con la lógica y la historia: el que hubiese abusos en algunos casos no supone generalizar la iniciativa de la conquista, el encuentro entre dos mundos (como ya señalamos al hablar de las encomiendas). Para ello, el historiador mejicano habló de las Leyes de Burgos y de otros ordenamientos en contra del maltrato a los indios.
El discurso de Zunzunegui nos llenó de vergüenza. Vergüenza porque un mejicano tenía que defender la verdad sobre un episodio de nuestra historia frente a un español que la atacaba. Qué lástima. Así estamos. Además, Zunzunegui señaló a Inglaterra y EEUU como causantes de las guerras de emancipación de Hispanoamérica y el deseo de estos de mantener a españoles e hispanos distanciados. De la locura de Sheinbaum y su desafío a España, mientras no muestra desafío a EEUU.
La semana pasada fui yo el que hizo de Zunzunegui en una interesante conversación con una chica colombiana. Ella me habló de la historia de la conquista que les transmiten en Colombia: los españoles fuimos a masacrar a los colombianos y a acabar con la raza indígena, a apoderarnos de su oro, etc.
Sí, el oro de Hispanoamérica se gastó en Europa, cierto. Pero también allí, en la misma Hispanoamérica. Está en sus iglesias, catedrales, palacios, universidades, plazas, carreteras, puentes, etc. Ni Colombia ni ninguna nación hispanoamericana existía todavía. Le hablé de los matrimonios interraciales, que ni ingleses ni franceses ni holandeses practicaron. Le hablé del gran número de indígenas y mestizos, que sigue siendo mayoritario tanto en Colombia como en el resto de naciones hispanoamericanas (salvo Argentina). Ya solo eso, le dije, debería hacerte ver la gran mentira que os han contado contra nosotros. La colombiana sonrió. Al ver sus ojos casi asiáticos comprendí que ella había comprendido cuáles eran sus orígenes.




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