domingo, 7 de mayo de 2023

Coronación de Carlos III de Inglaterra

 


  Londres y todo el Reino Unido se engalanaron ayer para festejar la coronación del rey Carlos III. Recordemos que el nuevo monarca británico ya se convirtió en rey desde el momento de la muerte de su madre, la reina Isabel II. Pero no fue hasta ayer, 6 de mayo, el día fijado para recibir la corona. ¿Por qué tantos meses de espera? En primer lugar, por el período de luto fijado por la muerte de la reina y en segundo lugar, porque es tradición en Gran Bretaña que las coronaciones se realicen ya comenzada la Pascua.
    Sobre tradiciones trata todo esto, porque la coronación de un rey o reina en Inglaterra toca muchos puntos, muchos emblemas, símbolos, identidad, patriotismo, trascendencia... La coronación de los monarcas británicos es pura historia:

1. Tiene un ritual y liturgia puramente medievales:

  -Proclamación
 -Entronización.  
 -Unción. 
 -Coronación

   La ceremonia se remonta a Guillermo I el Conquistador, cuando fue coronado rey de Inglaterra tras la batalla de Hastings en 1066. No sabemos cómo serían las ceremonias de coronación de sus predecesores, los reyes sajones, pero suponemos que no serían muy distintas. La prueba es que en el Tapiz de Bayeux aparece la coronación de Harold II, el último rey sajón, con la corona, el cetro y el orbe, igual que sus sucesores:



2. Nos lleva a los tiempos del feudalismo: no solo por la coronación en sí, sino por la ceremonia de homenaje que algunos miembros de la familia real realizan. En este caso, el príncipe de Gales, como veremos más adelante.

3. Tiene un mismo marco: la abadía de Westminster. El edificio actual es gótico del siglo XIII, del reinado de Enrique III, pero la abadía original se remonta al siglo X, en el reinado de Edgar el Pacífico. Desde Eduardo el Confesor, en el siglo XI (que fue el que la remodeló), la abadía ha quedado vinculada a la familia real inglesa. Pero no todos los monarcas británicos desde Guillermo I han sido coronados allí. Ni Eduardo V, ni Juana I ni Eduardo VIII fueron coronados.

4. Se utilizan las joyas de la Corona. Custodiadas en la Torre de Londres, la coronación es el momento para ser utilizadas. La pieza más antigua es la cuchara de la unción, del siglo XII. El resto, se remonta al siglo XIII, como la Silla de San Eduardo, donde el monarca se sienta y recibe los cetros, la espada, el orbe y la corona.

  Mención aparte merece la Piedra de Scone o Piedra del Destino. Es la piedra ceremonial en la que fueron proclamados los reyes de Escocia durante siglos. El origen de la piedra es confuso. La leyenda la identifica con la piedra sobre la que Jacob apoyó la cabeza y soñó con la escalera del cielo. La piedra habría sido llevada a Escocia por una princesa egipcia llamada Scota, fundadora mítica del pueblo de los escotos. 
  Otra leyenda la identifica con una piedra sagrada galaica llevada a Irlanda por Ith, hijo de Breogán, el padre mítico de los galaicos. De Irlanda habría pasado a Escocia. Esta y otras leyendas que hablan de intercambios galaico-irlandeses confirmarían la teoría del contacto celta en tiempos muy antiguos entre ambos territorios.


 La piedra de Scone, llamada así por la abadía que la custodiaba, fue robada por Eduardo I para legitimarse como rey de Escocia, reino que intentaba invadir. La piedra fue colocada bajo la Silla de San Eduardo. Fue robada en 1950 y recuperada más tarde. Fue devuelta a Escocia por decisión del gobierno británico en 1996 con la condición de regresar a Londres en cada coronación.
   Las coronas datan del siglo XVII, al menos la de San Eduardo, del reinado de Carlos II y es la que el arzobispo de Canterbury coloca al monarca. El resto se realizaron en la época victoriana y para la coronación de Jorge VI, padre de Isabel II. Es interesante destacar que la corona de San Eduardo lleva una espinela roja que fue regalada por Pedro I de Castilla al Príncipe Negro por su ayuda en la batalla de Nájera. Se decía que provenía de la corona de la patrona de esta localidad riojana (la Virgen de la Cueva), pero parece ser que fue a su vez un pago del rey de Granada al monarca castellano. No se sabe cómo llegó a Granada, pero sí que su lugar de origen fueron unas minas de Birmania.



 Como vemos, un montón de historia viva.

  La coronación arrancó con el traslado del rey Carlos III y la reina Camila desde el palacio de Bucklingham hasta la abadía. Para ello, se desplazaron en una carroza realizada para el Jubileo de Diamante de Isabel II (2012). La multitud, agolpada a ambos lados de la calle, saludó a sus monarcas ondeando las Union Jack. Multitud que había acampado ya días antes para coger sitio, costumbre que los ingleses tienen ya muy asentada. 



 El recorrido de la carroza fue más breve que el que tuvo Isabel II en la coronación. Fue un detalle de los que Carlos III quiso fijar para su coronación, además de reducir el tiempo de duración de esta y el número de invitados. No faltaron representantes de los países de la Commonweath, cuya unidad es uno de los retos del reinado de Carlos III. También, por primera vez, se invitó a miembros de otras familias reales, entre ellos nuestros reyes Felipe y Letizia. En esta coronación no hubo tribunas dentro de la abadía, como sucedió en otras coronaciones, ni los lores (ataviados con armiño) ocuparon las primeras filas. Así podemos verlo en la de la reina Victoria en 1838:


Y la de Isabel II en 1953:





    La carroza transitó escoltada por la guardia real y otras unidades con toda la pompa victoriana. El manto de armiño del rey iba recogido por pajes, entre ellos, su nieto Jorge, el futuro Jorge VII. El de Camila era recogido, entre otros, por sus nietos. Llegados los monarcas a la abadía, el arzobispo de Canterbury inició la ceremonia. 
  El primer paso, la proclamación del nuevo rey ante el pueblo. Este, a su vez, confirmaba su intención de reconocerlo como tal. El rey jura cumplir con sus funciones y con la ley (ya que en Inglaterra no hay constitución). La ceremonia de la proclamación es la única que se mantiene en todas las monarquías de Europa, incluida la española. Es la que representa el pacto entre el rey y el pueblo: el contrato social. El ritual de la coronación fue retirado de estos reinos (España nunca lo tuvo realmente, a excepción de la coronación de Alfonso VII el Emperador en el siglo XII). En Suecia pervive el ritual de la entronización y en Noruega el de la unción.
    Carlos III, ataviado con el manto de armiño, se dirigió a ocupar la Silla de San Eduardo:



Junto a él, todo el tiempo, vimos al duque de Norfolk con indumentaria de heraldo medieval portando los emblemas del Reino Unido. Su papel de conde mariscal hace que sea el encargado de organizar las coronaciones y funerales de los monarcas. Junto al rey estaba también Penny Mordaunt, la líder de la Cámara de los Comunes, portando la espada que representa el poder real (primera vez que es portada por una mujer):


Otras espadas fueron sostenidas por lores. Las joyas de la Corona fueron portadas y presentadas al rey por otros lores, entre ellos el duque de Wellington, que llevaba la corona de la reina, oficiales del ejército, etc. 
   Sentado en la Silla, Carlos III fue tocando los distintos atributos en señal de que los aceptaba: las espuelas, los brazaletes, el anillo, la capa, los cetros, el orbe,  el guante y la espada:


Más tarde, se procedió a la ceremonia de la unción. Unos miembros de la guardia pusieron unas mamparas para que nadie pudiese contemplar la unción, rito que siempre se ha hecho en secreto durante siglos. En la coronación de Isabel II se colocó un palio y la emisión en directo fue interrumpida para que no saliese en los televisores. Mientras Carlos III era ungido en la frente y el pecho con aceite del monte de los Olivos de Jerusalén el coro entonó el Himno de la Coronación de Georg. F. Händel, conocido como Zadok the Priest. La emoción y el sentimiento vibraban con esa música.





Tras ese momento tan sagrado, llegó el momento esencial de la ceremonia: la coronación. El arzobispo impuso la corona al rey, que portaba los dos cetros: el de la cruz y el de la paloma.






A continuación, se elevaron los gritos de "God Save the King!" ("¡Dios salve al Rey!"). Se dispararon salvas en numerosos sitios de todo el reino y las campanas comenzaron a repicar.


Más tarde, Carlos III se sentó en otro trono. Allí tuvo lugar la ceremonia de homenaje de su hijo Guillermo, príncipe de Gales, que le juró lealtad. El príncipe juntó sus manos y fueron cogidas por las de su padre: exactamente igual que en la ceremonia feudal del vasallaje, tal y como vimos aquí en el blog:


A continuación, el arzobispo coronó reina a Camila con la corona que usó la reina María en la coronación de su esposo Jorge V en 1911:


Terminada la ceremonia, los monarcas montaron en otra carroza: la Carroza de Oro (Gold State Coach), del reinado de Jorge III (siglo XVIII). 



 El resto de la familia real se trasladó a palacio en otras carrozas, excepto la princesa Ana, que escoltó a la Carroza de Oro a caballo; el príncipe Harry, que regresó a EEUU tras la ceremonia, y el príncipe Andrés, excluido del saludo final en el balcón por el caso Epstein.
  Tras recibir el juramento de lealtad de los ejércitos, los reyes Carlos y Camila salieron al balcón del palacio de Buckingham junto a los príncipes de Gales y sus hijos, los duques de Edimburgo y sus hijos, y los pajes:









 Con este acto se cerraba el día de la Coronación. 1000 años de historia presentes ante millones de personas. 1000 años de historia viva.

GOD SAVE THE KING!














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