martes, 30 de septiembre de 2025

¿Qué esperamos de Xabi Alonso?

  Seamos claros, porque es la verdad: jugó mejor el Atleti. Me refiero al derbi del pasado sábado 27. Sí, pero resulta muy duro perder por 5-2.


    Al final ¿qué podemos decir? Ya hicimos una reflexión la pasada temporada ¿Era Ancelotti el problema? Eso pensábamos ¿Fue la llegada de Xabi Alonso la respuesta? Eso pensábamos. Seamos prudentes. Es lo que pide el propio Alonso: "el nuevo Madrid se está construyendo".


    Sea como sea, las miradas están puestas en el guipuzcoano. Sí, esperamos mucho de Xabi Alonso. Necesitamos una nueva etapa en la que amorticemos más a Mbappé, aprovechemos a Vinicius, apostemos más por Güler, por Fran García, por Gonzalo. Tenemos un panorama que puede brillar. Está en nuestra mano.


    Confiemos. Y así, ojalá podamos volver a ver a nuestro mejor Real Madrid, el que nos ha dado 15 Champions. Necesitamos volver a aquello, ahora que la tormenta está sobre nosotros.





miércoles, 17 de septiembre de 2025

La Champions de Xabi Alonso

 Arrancó ayer el Madrid su primera jornada de la Champions 2025-2026 contra el Olympique de Marsella. Todas las miradas estaban puestas en Mbappé, con la esperanza de que la temporada pasada (que no nos dio ni Champions ni liga ni Copa del Rey) sea solo un "fallo" del francés. Del mismo modo, las miradas estaban puestas en Vinicius y la decisión de Xabi Alonso por prescindir de él. El míster se juega mucho en este inicio de temporada, tras el fallido mundial de clubes.
    Mucho se espera de esta nueva etapa de Alonso, como ya comentamos. El caso es que el Marsella comenzó ganando 0-1. El Bernabeu rugía pidiendo ver cómo reaccionaban las estrellas. Y Mbappé llevó al equipo al empate antes de finalizar la primera parte.


La segunda parte nos trajo el ansiado desempate, de nuevo firmado por Mbappé.


    Pero la tarjeta roja a Carvajal empañó el estreno. El regreso del defensa se esperaba con ilusión ¿Comienza con mal fario el Madrid?


  El caso es que, tras la derrota madridista la pasada Champions, la desilusión ha permanecido entre nosotros y queremos ver a lo mejor del Madrid de nuevo ¡Sí! Volvamos a ver los motivos por los que vibramos de emoción en la 15ª copa de Europa en junio de 2024 ¡Cuántas sensaciones en aquellos días! ¡Cuántos sentimientos! 



 Sí, de nuevo nos hemos reunido, pero... ¡a qué precio! No quiero hacer cábalas, ni para esto ni para el Madrid. Todas mis esperanzas están puestas en el "algo"...




lunes, 8 de septiembre de 2025

Nosotros vivimos aquello

    Estos días he revisado las canciones de Cristina D'Avena, que fueron decisivas en junio de 2024 por varias razones. También en otoño del año pasado descubrí otras canciones de esta cantante italiana que destacó sobre todo por poner voz a las sintonías de multitud de series de dibujos animados. Pero también ella protagonizó varias series, como descubrí el año pasado. Concretamente, fueron cuatro: Arriva Cristina (Llega Cristina), Cristina, Cri Cri y L'Europa siamo noi (Europa somos nosotros).



    Las cuatro series combinaban situaciones cotidianas de su protagonista (que alternaba las clases de medicina en la facultad con un grupo musical) y su familia con números musicales. La cuarta era simplemente propaganda sobre la nueva etapa europea con el cambio de nombre de CEE a UE de 1992.


    Pero tampoco nos engañemos. En aquella época todo el mundo era europeísta y amaba la idea europea, desde la entrada de España en la CEE en 1986 y la ampliación de 1995. Antes de que nos planteásemos (al menos algunos) si perdíamos soberanía, antes de que nos impusieran la PAC y nos redujeran las vacas, antes del "feliz" invento de una botella con el tapón unido... Sí, hubo un tiempo en que sí hubo una ilusión por ser europeos.



     Las cuatro series se realizaron entre 1988 y 1991, tras el rodaje de Licia (protagonizada por la propia Cristina). Esta serie trataba de adaptar con personas un anime, por lo que resultaba muy falsa y pastelón.


     Lo curioso es que las cuatro series, aunque se rodaron todas en decorados, no resultan tan artificiales. Arriva Cristina y sus secuelas trataron por primera vez en Italia los problemas intergeneracionales,  la vida de los jóvenes universitarios, con sus inquietudes, aspiraciones, etc. 






  Pero el rescatar ahora estas series, no me lleva a pensar en otras que se emitieron en la misma época en España, sino, precisamente, en aquella época en sí. Y sé que me he referido otras veces a aquellos primeros años noventa con nostalgia, a través de otros elementos. Pero esta vez, mi aproximación es a través de la imagen en sí de aquella época. Aunque nos separen kilómetros, veo en estas series italianas la misma estética que imperó en la vida y los medios de comunicación de aquel tiempo.


  Esa ropa de tactel, esos peinados, esos colores de aquel tiempo me hablan de mis años de Educación Infantil, con aquellas tardes interminables, aquellos programas nocturnos, que no siempre podíamos quedarnos a ver por ser pequeños. En aquel tiempo, Telecinco todavía no era Telecirco. Y sus programas, concursos y shows, aunque hayan quedado en la retina del público como la "etapa de las Mamachicho", para mí formaron la etapa de VIP Guay, La abeja Maya, Heidi, Emilio Aragón, etc. Todo ello impensable hoy día en dicha cadena.


 Para los ojos de los niños que fuimos en aquellos años, esa televisión era sinónimo de diversión, buen rollo, aire desenfadado. Una tele que vino de Italia para quedarse. Y que, por consonancia con lo español, por nuestras raíces comunes, nos mostró un mundo entrañable. Y al ver las actuaciones de Cristina D'Avena en el Telecinco italiano, compruebo dicha conexión.


      Y es que en España había buen rollo, por mucho que para algunos sea ingenuidad, mucho antes de que ZP comenzara a dividir a los españoles y a polarizar el panorama.
    La tele de aquellos primeros 90, no solo Telecinco, nos decía, de algún modo, que después del domingo vendría el lunes (como la canción de otro italiano, Angelo Branduardi, con su Dopo domenica e lunedi), pero que la vida seguía cada día, con ilusión, con luz y color. Y, de alguna manera, se fomentaba esa idea de eternidad en los que fuimos niños (al menos, en mí).
    Lo más interesante de todo es la sinceridad que hay en esas sensaciones. Pues, aunque no vi estas series italianas, al verlas hoy, puedo conectar directamente con aquel tiempo. Y, concretamente, veo los otoños de aquellos años. No como algo triste, sino como algo entrañable. Como la espera inconsciente hacia la Navidad.


    Una espera que me lleva a aquel niño de 3-5 años que fui, que veía en el paisaje del pinar de Valonsadero los grandes bosques del norte de Europa, sin saber siquiera lo que era eso ni Laponia ni Escandinavia, pero que intuía en esa masa arbórea septentrional algo mágico. Un pensamiento, una ilusión que le decía que por allí vendría Papá Noel, puntualmente por Nochebuena. En Arriva Cristina y sus secuelas no hay pinar de Valonsadero, pero toda esa atmósfera está ahí. La que me habla también de las carreteras de Soria, del patio de mi abuela, del frío que se hacía (y se hace) notar ya desde septiembre en la vieja ciudad del Duero.


    La de la noche que caía, pero que no traía tristeza, sino que me decía que en esa vieja ciudad se produciría el milagro que cerraría el año: la Navidad. Y así, crecía en mí la idea de eternidad. El encuentro con la familia en aquellos fin de semanas de otoño, en aquellos puentes, ya fueran los del Pilar o de Todos los Santos, cuando un simple pinar, una central eléctrica, un camino de barro, me decían: "Sí, aquí vive la eternidad". Y si entonces eran mis padres y mis tíos los que trabajaban, hoy somos mis primos y yo. Y nos hace sentirnos mayores, pero, a través de imágenes como estas pienso: "Sí, nosotros vivimos aquello". Cada vez va quedando menos de aquella época. Pero el poder de las imágenes y de la música es tan grande que me hacen volver a sentir aquella ilusión, aquella emoción. 

La misteriosa ermita de Rabanera del Campo

  Hoy vamos hasta otro lugar misterioso de nuestra geografía. No menos enigmático que la ermita de Viguera y las abejas de Santorcaz. Un trozo de la España mágica que permanece olvidado y casi sepultado: la ermita de San Blas de Rabanera del Campo (Soria).
    La ermita se encuentra dentro de una cueva en una colina. Pertenece al término de Rabanera del Campo, pero se encuentra entre este pueblo y El Cubo de la Solana.  Tras ascender la colina, la entrada a la ermita se nos muestra como una grieta en la roca con lo que parece ser un desprendimiento.


   Agachados bajo la roca de la entrada, entramos en la ermita, establecida en esta cueva. La construcción, actualmente en ruinas, aunque se mantiene la mayor parte de la bóveda, data de los siglos XVII y XVIII. Entrar en la ermita de San Blas es como entrar en un templo antiguo, como un mitreo.



En algunas paredes hay grafitis antiguos junto a otros que no lo son tanto.


    La ermita se usó para el culto hasta febrero de 1936, cuando se celebró la última misa. A partir de entonces, siguió la ruina, el expolio y el olvido. Nada se sabe del paradero de la talla de San Blas que presidía el altar ni de los demás adornos y elementos.
    La bóveda está decorada con pinturas ingenuas que imitan los adornos y florituras del gusto barroco de la época. Son interesantes dos imágenes que representan a dos ermitas gemelas, cuyo significado ignoramos si es simbólico o real.


Además de imitación de cortinajes en las paredes.


Este estilo ingenuo y popular me lleva a las iglesias de madera que vi en Polonia.


O sin ir tan lejos, a las pinturas de la ermita del Santo Medero de Isongo, en Asturias.







O las de la ermita de la Virgen de Belén de Liétor (Albacete). 


    Por otro lado, la existencia de una ermita en una cueva me lleva a compararla enseguida con la de San Saturio, patrón de Soria. Un lugar cargado de significado esotérico y con una carga mística enorme.


O la ermita de San Bernabé de Ojo Guareña (Burgos).



    Sin olvidar el monasterio de San Frutos del Duratón, en Segovia, construido sobre las cuevas ocupadas por el eremita Frutos y sus hermanos para su retiro espiritual, allá por el siglo VIII.


    García Atienza apuntaba a la relación entre la ermita, la cueva y el río, como espacios en los que los iniciados jugaban con los elementos. Todo ello como eslabones de una cadena de un conocimiento ancestral.
    Y es que, volviendo a la ermita de San Blas, si traspasamos el altar, vemos cómo la cueva continúa y termina en un espacio ¿Por qué se cerró? ¿Era este el verdadero origen del culto de este misterioso lugar?


    Los investigadores apuntan a que antes de la época cristiana, este espacio fue un santuario prerromano e incluso prehistórico. Así, se cumpliría la continuidad apuntada por García Atienza.
    Algo ancestral flota en el ambiente en este enigmático lugar. Algo que nos lleva a cultos desaparecidos. No es de extrañar que un vecino del cercano Tardajos de Duero adorne su casa con la cruz y el sello de los templarios.


    Pues Soria es tierra de templarios, de ermitaños, de brujas, de celtíberos y de enigmas que merece la pena explorar.






lunes, 1 de septiembre de 2025

La huella de Curwood

 Estuve reflexionando este verano sobre la gran huella de James O. Curwood, el escritor y conservacionista americano.

 No solo sus libros, que han marcado mis veranos desde hace tiempo y los de varias generaciones. También por su implicación en la conservación de la naturaleza, en una época en la que la humanidad solo diferenciaba entre animales que se pueden comer y animales dañinos (y, en todo caso, un tercer grupo reducido de animales de compañía). 
    Curwood entró en contacto con las vastas y asombrosas tierras canadienses, muchas de ellas todavía sin explorar en aquellos finales del siglo XIX y principios del XX. El escritor descubrió todo un mundo que aprendió a amar y a difundir. Y así, descubrió que el verdadero patrimonio de la Tierra es la propia Tierra.


    Esa grandeza de las tierras vírgenes canadienses inspiró a Curwood para escribir numerosas novelas sobre la vida en el Gran Norte: la de los lobos y otros animales salvajes, los tramperos, los buscadores de oro, los aventureros, los cazadores. Mi novela favorita suya es, sin duda, Kazán, perro lobo.


    Curwood vivió, por lo tanto, en el mismo contexto que Jack London. Pero, a diferencia de su compatriota, las historias de Curwood presentan un carácter espiritual, una mirada llena de sentimiento que se distancia de la carga fatalista que demostró London, al menos en su última época.


    Pero tanto London como Curwood coinciden en su amor por los perros y los lobos, a quienes veían como seres indómitos que elegían si entregarse o no al dominio humano. Legado de Curwood y su amor por los animales es también la película El oso (Jean Jacques Annaud, 1988), basado en su novela El rey de los osos.


    Como ya señalé en su momento, Félix Rodríguez de la Fuente mostró ya su admiración por Curwood en El hombre y la tierra, en Canadá. Fue al conocer al trampero Jorg Hoffer y a su esposa Lizz




    En Canadá, Félix se vio inmerso en los impresionantes paisajes de ese país, también como parte del rescate de unas águilas.


    Sería en Alaska donde el gran naturalista español perdió la vida en el vuelo de una avioneta en 1980. No pudo cubrir la carrera de perros de trineo, la Iditarod. Fue su equipo, ya sin su líder, quien la grabó como último episodio de El hombre y la tierra.


   Félix conoció a Jacques Cousteau, que fue para el mar lo que el español fue para la tierra.


El naturalista francés nos mostró las maravillas del mundo submarino a bordo de su barco Calypso.


    Ambos fueron pioneros en los documentales de naturaleza. La huella de Félix y Cousteau para el conservacionismo es incuestionable. Y ambos siguieron la huella de Curwood.
    Pero no podemos olvidar a un tercer naturalista, también imprescindible: Gerald Durrell.
    

    Este escritor inglés, famoso por su novela autobiográfica Mi familia y otros animales, y sus secuelas, se implicó desde muy pequeño en la labor de salvar a los animales en peligro de extinción. Durrell viajó por todo el mundo capturando especies de animales para distintos zoos. Dotado de un gran ingenio e ironía, el escritor inglés se dedicó a contar sus experiencias por el mundo animal para financiar así sus proyectos. Disgustado por la falta de cuidados e implicación que existían en los zoos de su época, y cumpliendo su viejo sueño infantil, Durrell fundó su propio zoo en la isla de Jersey


    Sus métodos innovadores, sus logros en el salvamento de especies al borde de la extinción, llamó la atención de muchos naturalistas, que acudieron a Jersey a aprender con él. Este año, en el primer centenario de su nacimiento, es de ley rendir homenaje a Durrell y su admirable labor.
    La huella de Curwood es perceptible también en el mundo del cómic. Hugo Pratt homenajeó al escritor americano en su historia Por culpa de una gaviota, protagonizada por el más famoso de sus personajes: Corto Maltés. Para ello, se inspiró en El bosque en llamas, de Curwood.


    Jean Michel Charlier hizo lo mismo con Los buscadores de oro para su héroe del western Blueberry en El fantasma de las balas de oro.


    No me parece casualidad que la voz elegida para narrar la serie de David el gnomo fuese la misma que sustituyó a la de Félix en el citado episodio del Iditarod: la de Teófilo Martínez. El mensaje y espíritu conservacionista que transmiten las andanzas del gnomo más famoso de la ficción son continuadoras, sin duda, de la labor de Félix.


    David el gnomo es, a su vez, la adaptación de dos libros imprescindibles: Vida y obra de los gnomos y La llamada de los gnomos. En estos libros, obra de los holandeses Wil Huygen y Rien Poortvliet, se muestra, a través de la vida de estos diminutos seres, la necesidad de conservar este planeta y todo lo que en él vive, mucho antes de las locuras ecologistas del siglo XXI. En sus impresionantes ilustraciones, Poortvliet, el mejor artista de la naturaleza que ha existido, volcó todo su amor por los animales y los bosques.




    Pero no debemos olvidar que antes de todos ellos, antes de Curwood, un personaje descubrió ya las maravillas de la naturaleza y la idea de que todos somos parte de ella, que los animales son nuestros hermanos: San Francisco de Asís.


    Existe, sin duda, una línea que parte del santo de Asís, que pasa por Curwood y que llega hasta nuestros días. Y que le hizo ser el primer amigo de los animales.
    La labor de Curwood ha hecho que miremos con admiración a los lobos, como último refugio de la fuerza salvaje de la naturaleza, como también nos enseñó Félix ("Que el lobo viva donde pueda y donde deba vivir"). Que nos emocionemos ante la vida de otros seres más pequeños, como los castores. Que nos siga sorprendiendo el mundo salvaje de los grandes valles y montañas y que pongamos también nosotros nuestra propia piedra en la labor de la conservación de este planeta.