Aunque el gran clásico del cine navideño es sin duda ¡Qué bello es vivir!, hablar de esta gran película me llevaría no una sino muchas entradas. Así que, por ahora, voy a rescatar otro clásico navideño: Solo en casa (la 1, claro).
El clásico de Macaulay Culkin (Kevin en la peli), el niño actor que comenzaba a ser la cara infantil por antonomasia del cine de los primeros años 90 (ya entonces empezaba a ser una fábrica de dinero para sus padres), se estrenó en 1990, aunque yo la vi tiempo después. Marcó mucho el cine familiar de los 90 y creó todo un estilo dentro de ese género que todavía no se ha extinguido, y eso que cumple ya 29 años.
Solo en casa fue dirigida por Chris Columbus, el maestro del cine familiar americano y director de las dos primeras películas de la saga de Harry Potter. Combina el espíritu navideño en plan sentimental con el slapstick, es decir, el género de mamporros y porrazos, para crear una comedia que quizá hoy pueda resultar ingenua o, para algunos padres que odiaban y odian a Culkin por mostrar "lo que no se debe hacer", simplemente, "la película aquella del niño malcriado". Pero si se vuelve a revisar, con detalle, se puede descubrir una ironía y un aire entrañable que se echan de menos en el cine deshumanizado y simplista que impera en la actualidad.
Pero la pregunta es: ¿nos identificamos los que fuimos niños en aquella década con un niño americano de clase alta que se queda solo en casa por Navidad y que tiene que hacer frente a dos ladrones (los inolvidables Joe Pesci y Daniel Stern)?
Es más divertido enfrentarse a unos ladrones y comerse el coco para poner trampas por toda la casa que llamar a la policía ¿no?
Para empezar, la casa de los McAllister es un verdadero palacio. Es imposible que el común de los españoles nos identifiquemos con ella. A lo mejor si viviésemos en un chalet en Pozuelo de Alarcón, pero a lo mejor ni eso... Dos plantas, un desván y un sótano, con puerta de servicio en la cocina (más grande que la de un restaurante de lujo). Un salón que parece de los de baile de los palacios de los cuentos. Y además tienen 5 hijos y cada uno tiene su propia habitación.
Los fans de la película siempre se han preguntado una cosa: ¿Cuánta pasta se gastó el padre de Kevin? No solo lleva a su familia, que se compone de 7 miembros (porque aunque Kevin no va, el pasaje está pagado), a París, sino que también invita a la familia de su hermano, que son también 7. Y lo mismo pasa luego en la segunda película. Además paga 10 pizzas familiares y con propina. Con todo esto, tendrían que aclarar que el padre era millonario, porque si no...
Una madre muy sacrificada, tanto que la señora solo puede viajar en business y sus hijos en turista.
Cuando se revisa la peli no podemos dejar de plantear que la vida de Kevin, por muy acomodada que fuese, no es nada agradable teniendo una familia tan horrible. Los padres no notan su ausencia hasta que no están en el avión (en la segunda peli no lo hacen hasta que están ya en el destino). Su tío le trata como una basura, sus hermanos le odian y sus primos le vacilan. Y eso que muchos después de Solo en casa identificaban a Culkin con un niñato mimado y odioso. No será por ser el único que ve que el vecino que sus hermanos creen que es un asesino echa sal para derretir la nieve y no para ocultar cadáveres...
Naturalmente, por mucho que esta peli estuviese destinada a la infancia y a que los que fuimos niños entonces nos identificásemos con Kevin, no podíamos ver en aquella mansión nuestra casa, ni en los hábitos de la clase alta americana nuestra vida cotidiana. Pero sí se pueden ver aquellas Navidades de nieve, abrigo y jerseys que, aunque muy americanas, son, al fin y al cabo, las nuestras también.
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