Roma, 1511. Michelangelo lleva tres años pintando la bóveda de la capilla Sixtina. Es el momento de pintar una de las mayores escenas: la creación de Adán.
El trabajo, el agotamiento, la postura, hacen mella en la salud de Michelangelo. Pero el florentino prosigue su labor.
Un día, el papa visita la capilla con sus cardenales y teólogos.
Unos opinan que los frescos son una obscenidad. Demasiadas figuras desnudas. Las señalan como "pinturas paganas". Otros dicen que Buonarroti ha abandonado los cánones con esas figuras gigantescas ¡Un escándalo!
Michelangelo tiene un fuerte carácter y no se calla ante las críticas. Dice que ha querido pintar la inocencia del Paraíso en la desnudez: fue el pecado original lo que hizo que Adán y Eva se vistieran. Añade que él no tiene por qué seguir a los grecorromanos: él es florentino y cristiano.
Julio II sabe del carácter y falta de modestia de Michelangelo. Y, a pesar de las críticas de los cardenales, admira la obra de Buonarroti. Sí, el trabajo proseguirá.
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