Sabíamos desde pocos días atrás que el partido de vuelta del Real Madrid-Manchester City iba a ser histórico. El Madrid partía con ventaja: 3-2 en el partido de ida y jugar en casa en el de vuelta. Pero algo nos decía, entre la marea blanca, que iba a ser algo histórico. Muchas circunstancias se juntaban y algo de mágico había, como en el Gandalf que aparecía en la pancarta desplegada: "Un escudo para dominarlos a todos".
Y de épico, aunque no en la Tierra Media, algo ha tenido este partido. Para empezar, el impresionante primer gol de Mbappé, en el minuto 4 nada más, con la asistencia de Raúl Asencio. Desataba la euforia blanca y quedaba ya para el recuerdo.
El segundo gol, de nuevo de Mbappé, llegaba en el minuto 33. Y ningún movimiento por parte del City. El Madrid lo estaba haciendo, lo estaba logrando de nuevo. Y así, con la tranquilidad del campeón, nos fuimos al descanso.
No hay dos sin tres. Pues no. Así que Mbappé lo volvió a hacer: el tercer gol, que suponía el sexto en conjunto con la ida, llegaba en el minuto 61.
Si el camino en la primera fase había sido duro para el Madrid, con un otoño en el que no reconocíamos al campeón de la última Champions, la que nos hizo saltar en 2024, en la ya mítica semana de mayo en semifinales y en junio en la final, el salvavidas de los playoffs está más que amortizado.
En el descuento, el City marcaba su único gol. 6-3 de marcador final. Y el final llegó. Y con él, la derrota de Guardiola. Adiós, City. El pasaporte a octavos es ya una realidad. Y ahora ¿qué? No hagamos números: o Atleti o Bayer Leverkusen, pero la historia está ya hecha y queda "historia por hacer".
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