sábado, 25 de marzo de 2017

Príncipe Valiente: el amor y la familia (I)

    Como sucede con otros libros y películas, releemos el Príncipe Valiente descubriendo cosas nuevas en cada ocasión. Cuando somos pequeños nos atraen más las aventuras de Val antes de hacerse caballero o las primeras aventuras de Arn. Es el deseo por crecer siendo todavía niños. A medida que vamos creciendo nos enamoramos y los romances ya no nos parecen una cursilería. Por eso comienza a atraernos la historia de la conquista de Aleta, los diálogos entre Aleta y Val, Arf y Adele, los primeros amores de Arn, etc. Más tarde maduramos y nos vamos identificando más con la ampliación de la familia de Val, los problemas intergeneracionales, el legado que se ha de transmitir, la muerte... En resumen, el Príncipe Valiente consigue que nos identifiquemos con Val y sus personajes en cada momento de nuestra vida. Crecemos con Val; amamos, luchamos, sufrimos y vencemos como él.

            A diferencia de los héroes de cómic de su tiempo, Val iba creciendo, cambiando. Se casaba, tenía hijos, envejecía (aunque aparentemente no lo parezca). Murphy, sucesor de Foster, llegará a darle una nieta a él y a Aleta: Ingrid. Val es un héroe casado, algo impensable en Flash Gordon, el Capitán Trueno o el Guerrero del Antifaz. Esos héroes pueden tener novias, damas a las que dedicarles sus victorias como Dulcinea, pero lo del matrimonio son palabras mayores. Los héroes casados no pueden seguir adelante en sus aventuras, pues tienen que mantener a una familia. Su libertad se acabaría, por así decirlo. Eso es lo que debía pasarle a Dartacán. Solo Derib se aventurará a copiar la idea de Foster sobre el matrimonio en Buddy Longway.



            Como ya señalamos, la boda de Val y Aleta marca un punto y aparte en la saga del Príncipe Valiente. El propio Foster explica: “La saga del Príncipe Valiente debiera concluir en este punto. Pero la conquista de Aleta es algo que a Val sólo le ha costado entregar su corazón. Vivir con ella es otra historia”. A lo largo de la saga, Foster hará guiños al lector acerca de las peleas y reconciliaciones de Val y Aleta diciendo que solo alguien que esté casado podría entenderlas. Foster demuestra con ello que es un hombre familiar, y que de no ser así no disfrutaría tanto mostrándonos viñetas de mayor tamaño que el resto donde aparece la familia de Val al completo charlando o asistiendo a algún acto importante. Esa ilusión solo es comparable a la de Francis Ford Coppola cuando realizó la saga de El Padrino. Solo así se podría explicar la condición de Val de héroe casado y padre de familia.





            La conquista de Aleta supone para Val una de sus mayores hazañas, si no la mayor. Es el elemento principal de la segunda etapa de la saga: desde que Val es nombrado caballero hasta  la boda de Val y Aleta. Coincide con una etapa interior para Val: aunque ya ha sido armado caballero sigue siendo un joven impaciente, ávido de aventuras. 

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