domingo, 26 de marzo de 2017

Príncipe Valiente: el amor y la familia (II)

El primer encuentro de Val y Aleta se produce tras escapar el primero del barco de Angor Wrack. La escena parece sacada del mito de Jasón y los Argonautas o de la Odisea. Solo en una pequeña barca, Val se aventura por el mar Egeo navegando sin rumbo. Abrasado por el sol y vencido por el cansancio, pierde el conocimiento. 



Aparece una escarpada costa y una muchacha rubia que parece haber sido sacada de un cuadro prerrafaelita empuja su barca a la orilla: “...Y debe de llegar a alguna lejana isla, porque cuando Val abre un instante los ojos... contempla un rostro que nunca ha de olvidar. Al despertar de nuevo se pregunta si ha sido una visión”. Pero no, no ha sido una visión, porque Val descubre en la barca provisiones y una nota: “Ningún extraño puede desembarcar en estas playas y seguir viviendo, pero eres demasiado joven para morir. No vuelvas nunca. Firmado: Aleta, reina de las Islas de la Bruma”. 



Esta nota es la versión medieval, con algún retoque, del clásico “No, pero podemos ser amigos” que tantas chicas nos han dicho tras haber fracasado al intentar conquistarlas. Pero ¿una chica como Aleta se puede olvidar como a cualquier otra chica que nos dice esto? ¡No! Y el Príncipe Valiente no puede consentir un “no” de una chica como Aleta. Pero la inocencia de Val le lleva a pensar que su interés por Aleta es un hechizo. Tardará tiempo en descubrir que es amor. Y el “no” es, como decimos, lo que impulsa a Val a buscar como sea a Aleta. Ni siquiera la adorable Melody puede hacerle renunciar a su búsqueda.

            El segundo encuentro con Aleta no solo le confirma a Val que ella es real, sino que le muestra que es la reina de un pueblo cruel que asesina a sus visitantes. Aleta ya no parece una ninfa prerrafaelita, pero sigue teniendo un halo de candidez y belleza sobrenaturales, como una aparición angelical. Debemos tener en cuenta que Val tiene solo dieciocho años, por lo que Aleta puede tener la misma edad o diecisiete. Sus ojos hablan por sí solos: “A pesar de mi advertencia sabía que volverías”. De nuevo Foster sabe hacer llegar la historia al lector en cuanto a lo que ya hablamos antes, de la recepción de la saga según las etapas de nuestra vida. Solo alguien que haya estado enamorado podría ver cómo una chica dice “no”, pero sus ojos dicen “sí”. La rabia de Val es doble: rabia por saber de la crueldad (¿?) de Aleta y rabia porque aun así sigue atraído por ella. Hechizado, según él. Una nueva nota de Aleta le dice: “Merecerías ser castigado, pero de nuevo te ayudo ¡Nunca sabrás por qué!”. Dos viñetas después Aleta aparece llorando: “Sus hombros tiemblan, pero nadie podría decir si ríe o llora. Es joven, hermosa y es la reina de las Islas de la Bruma ¿Por qué llora?” ¡Porque está enamorada! 


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