martes, 28 de marzo de 2017

Príncipe Valiente: Thule (III)

La primera imagen de la nueva Thule se encuentra en la escena en que Val regresa a la misma tras tres años de aventuras, disfrazado como juglar de Valgrind, el conspirador rey de las Tierras Interiores. Foster desea mantener en un principio la imagen de la antigua fortaleza en cuanto a su silueta. Sin embargo se aprecian ya unas novedades: el entramado de vigas, la cascada, el puente, la decoración de los maderos vikingos en forma de dragones, los abetos. Las gentes aparecen ya con ropajes nórdicos, incluida la decoración del gran salón. Además, Foster indica un valiosísimo dato: para llegar a la fortaleza de Aguar hay que entrar por el golfo de Trondheim. Ya no hay duda: Thule es Noruega.


            Para fijar que Thule se encuentra en Escandinavia, Foster hace viajar a Val por el reino para evitar una rebelión de aquellos hombres a los que el rey Aguar ha prohibido navegar. Una viñeta deja clara la idea: “Val se halla ante un grave problema: los principales enemigos del rey Arturo son los vikingos. El pueblo de Val es de sangre vikinga. Y, o sale al mar, o perecerá”. Llegados a este punto, Foster se ve incapaz de explicar por qué tanto Val como su padre no tienen aspecto de vikingos: el pelo negro no es nada corriente en la raza nórdica. Solo años más tarde se nombrará por primera y única vez que la madre de Val descendía de una familia romana.



            A continuación, Foster presenta un recorrido para Val por el reino de Thule como excusa para dibujar paisajes nórdicos. Así sucede cuando conoce a Gundar Harl y a Sigrid en un río o la escena del glaciar.
            Val no vuelve a Thule hasta el momento en el que regresa para presentar a Aleta a su padre. Cabe decir que es la propia Aleta la que acude de incógnito, adelantándose a Val, para conocer a su suegro. El encuentro con Val y Aleta es muy emotivo para Aguar, pues supone saber que su hijo se ha casado (que ha madurado, por tanto), que eso anuncia una nueva generación y la garantía de la sucesión al trono. Las escenas que transcurren en Thule hasta el secuestro de Aleta plasman de nuevo el amor de Foster por los paisajes nórdicos, en este caso en invierno. Asistimos a una cacería con el leal conde Jon, el accidental descubrimiento de los esquís por Aleta y el regreso de los patos salvajes que anuncia la llegada de la primavera (los europeos meridionales lo sabemos gracias a David el Gnomo).



            La siguiente ocasión Val y Aleta regresan a Thule en compañía de su primogénito Arn. Esta vez asistimos a uno de los mayores espectáculos naturales de Escandinavia y del mundo: la aurora boreal. Esta vez les acompaña Tillicum, la doncella india de Aleta, de la cual dice Foster: “Su corazón canta, porque los bosques de Thule son como su hogar, más allá del ancho mar”. Con esta frase, Foster se describió a sí mismo. 
Y he aquí una sorpresa para el rey Aguar: Val y Aleta le han hecho abuelo. La felicidad de Aguar se describe inmejorablemente en una viñeta en que la familia se acomoda junto al fuego del hogar: “El invierno llega a Thule. La estrella del norte brilla sobre sus cabezas y el sol sale tras las colinas del sur. Pero el rey es feliz: su hijo está en casa, su nieto goza de buena salud y su nuera le embroma, le lía, se hace cargo del castillo, es descarada... y adorable”. Observamos cómo el gran salón ha cambiado su forma, con pieles y maderas, más del estilo vikingo. Es en este episodio donde tenemos noticia de que el reino de Thule no es cristiano, aunque sí lo es Val. Este dato no puede explicar, al mismo tiempo en qué momento fue Val convertido al cristianismo y se  apartó de la religión nórdica. La explicación lógica reside en la propia concepción de Thule para Foster, que pasa de ser un reino sin localización geográfica determinada a ser un reino escandinavo. Además, la petición de Aguar a Val de traer misioneros cristianos a Thule sirve para entrar en una nueva aventura: el viaje a Roma a través de los Alpes. 

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