En la Rioja, en la comarca del Camero Nuevo, en el término de Viguera, se encuentra una de las construcciones más insólitas de toda España. Enclavada bajo el abrigo de la roca, en un risco que hay que subir, se encuentra la ermita de San Esteban de Viguera. Este pequeño templo, que por su aspecto recuerda a un horno más que a una ermita, data del siglo X. Posiblemente tenga un origen mozárabe o incluso visigodo.
La ermita se sitúa en el que fue durante 35 años un reino más de la Península: el reino de Viguera, del año 970 a 1005. Este pequeño estado fue creado por el rey García I de Navarra para su hijo Ramiro (Ramiro I, por lo tanto). Aunque independientes, los tres reyes que tuvo Viguera fueron vasallos de Navarra. Cuando el último de estos reyes, García I, murió sin herederos varones, el pequeño reino pasó a las manos de su primo segundo, el rey Sancho III el Mayor de Navarra.
El interior destaca por su sencillez, como es típico de las iglesias mózarabes. También recuerda a las asturianas, con lo que podría ser un iconostasio: separación entre el altar y los fieles:
Las pinturas murales hacen todavía más enigmática esta ermita. Datan del siglo XII. Están situadas en el muro oeste y en el sur. Al entrar, encontramos la escena más grande: la Virgen en majestad (Maiestas Mariae) rodeada por ángeles. También aparecen dos reyes, uno de ellos con un instrumento de cuerda:
En el muro sur se puede observar alguna pintura que representa a los doce apóstoles. El estado de conservación ha hecho que algunas estén perdidas o deterioradas.
Pero la parte más curiosa y enigmática es la parte inferior del muro oeste, que (de nuevo el misterio) no ha llamado la atención de los expertos. La identifican simplemente como una escena de costumbres de época medieval: un banquete y un palafrenero llevando unos caballos.
Aunque las pinturas están deterioradas, yo reconozco en ellas la leyenda apócrifa de San Esteban. Encontrar esta leyenda, muy popular en el norte de Europa, pero insólita en España, resulta sorprendente. La leyenda cuenta que San Esteban era un sirviente del rey Herodes el Grande. Durante la primera Nochebuena, Esteban llevó a los caballos del rey a beber a una fuente. Los animales vieron un misterioso reflejo en el agua y relincharon. Esteban descubrió que era una estrella. Se enteró de que la estrella anunciaba que Cristo había nacido. Así, decidió ir a servirle y dejar la corte de Herodes.
Esteban se presentó ante el rey, que se encontraba en medio de un banquete, y le hizo saber que había decidido dejar de servirle. Herodes le preguntó si faltaba algo que en el palacio para que quisiera abandonarlo, pero Esteban contestó que no, pero que, aun así, el Niño nacido en Belén era todavía mejor. El rey le dijo que si eso era cierto, que el gallo que se estaba comiendo se pusiera a cantar. Milagrosamente, el gallo cantó. Herodes, furioso, mandó matar a Esteban.
De este modo, la imaginación popular del norte de Europa intentaba explicar en la Edad Media por qué el día de San Esteban se celebraba justo el 26 de diciembre, justo el día después de Navidad. De este modo, componían un llamativo anacronismo, pues San Esteban murió apedreado un año después que Jesús. Esto demuestra la enorme distancia que separa el dogma o "fe oficial" de la "fe sencilla" y "adaptada" de las clases más humildes. También, nos recuerda a otra leyenda: la de la gallina que cantó después de asada de Santo Domingo de la Calzada, también en la Rioja. Si tenemos en cuenta que los protagonistas de la leyenda son unos peregrinos alemanes, este dato nos pone en guardia sobre el posible origen de ambas leyendas y su llegada a España: a través del Camino de Santiago.
Con el hierático estilo románico, Esteban porta las riendas de los caballos en la ermita riojana, que está, no lo olvidemos, bajo su advocación:
Junto a él, la escena del banquete, con la típica perspectiva abatida del románico, que nos muestra los alimentos y cubiertos en la mesa. Junto a los comensales, el dios romano Jano, con dos caras. Su presencia indica claramente el tiempo navideño, pues marca el paso de un año a otro (como en el calendario agrícola de San Isidoro de León).
No olvidemos a los dos reyes en la pintura de la Virgen. Han sido señalados como reyes de Viguera. Pero si nos fijamos en el de la izquierda, no puede tratarse más que del rey Herodes, representado en el románico con un demonio susurrándole en el oído. Es decir, incitándole a ordenar la matanza de los Inocentes.
Es tal como lo encontramos en las arquivoltas de la iglesia de Santo Domingo de Soria:
Y en uno de los capiteles de San Juan de Duero, también en Soria:
Es muy posible que esa cabeza pegada al rey Herodes en Santa Cecilia de Aguilar de Campoo (Palencia) sea también el demonio:
No es el único lugar de nuestro país en el que aparece representada esta leyenda de San Esteban. Hay un sepulcro gótico en la catedral vieja de Salamanca con una pintura en la que se puede ver a un paje con unos caballos y una estrella:
Junto a ellos, en relieve, se representa la adoración de los Reyes Magos, por lo que el motivo navideño queda resaltado. Tampoco los expertos han prestado atención a esta obra.
La leyenda apócrifa de San Esteban es protagonista de canciones y ritos en el norte de Europa, especialmente en Alemania y Suecia. En el país teutón, es costumbre llevar cada 26 de diciembre a los caballos a la iglesia para que sean bendecidos. El ritual obliga a que los animales den tres vueltas alrededor del templo. Comprobamos así cómo la Iglesia, lejos de rechazar una leyenda anacrónica, la aceptó.
En Suecia han sobrevivido canciones desde época medieval que narran la piadosa leyenda:
San Esteban lleva a sus caballos
a beber
¡Míranos en la noche de Navidad!
Luego vio una estrella en el rico
país del este
¡Protégenos a todos!
La estrella que brilló sobre la
ciudad de Belén
¡Míranos en la noche de Navidad!
Pero sobre todo, sobre el lugar
donde estaba el Niño
¡Protégenos a todos!
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